Empieza por tí: sobre la importancia de cuidar al cuidador

Si quieres compartir exitosamente la plena consciencia con tus hijos, debes antes ejercitarlo contigo. Tu presencia, tu calma y tu paz son los mejores regalos que puedes ofrecer a los más pequeños. Solo podrás crear una familia o un entorno escolar feliz y regar las cualidades positivas de tus hijos, los demás miembros de tu familia, tus alumnos o tus colegas de trabajo cuando te sientas estable, feliz y rebosante de compasión.
(Thich Nhat Hanh
“Plantando semillas. La práctica del mindfulness con niños” Edit. Kairós, 2015)

Hacía tiempo que no escribía sobre educación y niños. Retomo el tema de la educación consciente que inicié en estos posts Ejercicios para una parentalidad consciente y Hijos excelentes, hijos normales.

Y es que si queremos dar una educación consciente basada en la atención plena y la bondad, debemos antes que nada practicar en nosotros mismos. No sirve de nada teorizar y decirles a los niños lo que deben y no deben hacer, si no que tenemos que “predicar con el ejemplo”.

Además, no puede cuidar el que no se cuida. El autocuidado es fundamental para estar bien y poder cuidar de los demás. En el libro cuya cita inicia este post, el maestro budista Thich Nhat Hanh nos dice que es necesario cuidar nuestra heridas pasadas para no transmitirlas a nuestros hijos y alumnos. El mindfulness nos permite “transformarnos desde las profundidades de nuestra conciencia”. Y sigue:

¿Crees acaso que, si no estás en paz contigo mismo, podrás transmitir la paz a tus hijos y a tus alumnos?.

El maestro propone tres pasos a seguir para expandir la plena consciencia desde nosotros mismos hacía los demás. La bibliografía que he consultado para escribir este post recoge, de una manera u otra, la misma idea del maestro que se resume en estas tres ideas:

  1. Cuidar de nosotros mismos
  2. Cuidar de nuestras relaciones
  3. Practicar en comunidad

1. Cuidar de nosotros mismos

Olvídate ahora mismo, ya, de que esto es egoísmo, porque no lo es. Me gusta mucho la idea de la higiene que utiliza mi instructor de mindfulness. Igual que no se te ocurre plantearte si la ducha diaria es un acto egoísta, tampoco debería serlo el cuidado de nuestro interior. Mindfulness así planteado, ese ratito que te dedicas cada día a meditar o a calmar tu mente y vivir con atención plena, es como la ducha para el cuerpo.

Igual que mucha gente practica algún deporte o actividad física, deberíamos incluir en nuestras actividades el cuidado de nuestras emociones y sentimientos.

Estamos compuestos por nuestro cuerpo, nuestros sentimientos, nuestras emociones, nuestras percepciones y nuestra conciencia: cuerpo y mente. Cuando practicamos mindfulness siempre empezamos por tomar consciencia de nuestro cuerpo, de nuestra respiración: es la vuelta a nuestro hogar, al lugar donde cuidarnos del estrés y curarnos el dolor.

Es muy importante que padres y educadores aprendamos a gestionar nuestra emociones para poder ayudar a los niños a hacer lo mismo en casa y fuera de ella. No es cuestión de evitarles siempre determinadas imágenes o situaciones, si no que sepan gestionar la emoción y/o el sufrimiento que le produce dicha situación. Y para ello, es necesario que sepamos gestionar nuestra emociones y sufrimientos. Aprenderán al vivirlo con nosotros.

Si inicias el camino del mindfulness, notarás la transformación poco a poco, cuando notes pequeños cambios en los que te rodean.

Cuida de tí aunque creas que no tienes tiempo. Si no te dan las horas del día para hacer una meditación de una hora o acudir a una clase de yoga, haz meditación caminando, practica la atención plena mientras cocinas, aprende a estar en el aquí y el ahora con pequeños trucos como los que te contaba en este post. Hay muchos momentos en el día para darte auto-cuidado.
Y cuando tengas un momento difícil, date un abrazo compasivo, un abrazo de amor bondadoso (al final del post te dejo una sencilla práctica para todos los días).

Puedes establecer una pequeña rutina, como la de sentarte diez o quince minutos al día, por la mañana o por la noche, y simplemente respirar o ponerte una meditación guiada corta que te ayude a volver a tu hogar en calma.

Además, puedes elegir una actividad rutinaria diaria con la que ser plenamente consciente, como el momento de la ducha que hemos comentado muchas veces, por ejemplo.
Puedes utilizar lecturas de poemas como meditación. Y de vez en cuando concédete el placer de no hacer nada, disfrutando simplemente de tí mismo y de lo que te rodea; sólo ser.

Cuando llevas un tiempo practicando, el momento de la meditación es como una vuelta al hogar en el que nos sentimos libres y relajados, en paz. Ese hogar en el que somos nosotros mismos y sentimos que es maravillosos ser como somos, sin más. No necesitamos ser alguien diferente o hacer algo distinto. “Ya eres eso en lo que quieres convertirte”. Es maravilloso que yo sea yo y que tu seas tú. Solo debemos permitirnos ser lo que ya somos y disfrutar del modo en que somos.

2. Cuidar de nuestras relaciones

Conforme aprendas a cuidar de tí, observarás cómo se te hace más sencillo  el cuidado de los demás. Puedes empezar a practicar por alguien concreto (hijos, compañeros de trabajo, amigos…). Alguien que creas que sufre. Al cuidar de nosotros vemos con más claridad el sufrimiento de nuestras personas queridas. Aprendemos a escuchar con atención y aprendemos a hablar con bondad. Estos son los instrumentos más importantes de la comunicación: la escucha atenta, tranquila y compasiva, y el habla bondadosa y pacífica. A veces solamente un rato de escucha atenta ya alivia el sufrimiento del otro (aunque hable de sufrimiento en general, puede ser cualquier cosa, no tiene por qué ser un gran sufrimiento; una simple disputa entre amigos, una mala nota en el colegio, el fastidio de perder el autobús….).

Otra manera, cuando no sabemos de un sufrimiento concreto, es simplemente estar atento a nuestras relaciones con los demás, cómo nuestra manera de hablar puede hacer sufrir a los que nos rodean. Observaba el otro día en el parque como mis hijos discutían, más allá una pareja alzándose la voz por no ponerse de acuerdo, un hijo gritando a su madre…. y pensaba en porqué nos tratamos tan mal los que nos queremos.

Cuando estás tranquilo y en calma, puedes ver las cosas como realmente son, sin distorsiones provocadas por la ira, el miedo y desesperación. En esos momentos hasta los desacuerdos se hablan sin gritar.

Sin embargo, cuando estamos en guerra con nosotros mismos, es fácil emprender una guerra con nuestros seres queridos (y más fácil aún con nuestros enemigos). A veces nos resulta extremadamente fácil castigar. Aún sabiendo que el castigo pocas veces conduce a algo. El castigo apenas produce una pequeña liberación momentánea que produce una escalada de sufrimiento. Nuestros seres queridos tratarán de librarse del castigo, castigándonos de otra manera y así sucesivamente. Con la práctica de mindfulness podemos tranquilizarnos y contemplar profundamente la naturaleza de nuestro sufrimiento y empatizar mejor con el de nuestros seres queridos.

Un bonito ejercicio es escribir una carta de amor a nuestros seres queridos en momento de sufrimiento destacando sus cualidades y el amor que les tenemos, por ejemplo.

3. Practicar en comunidad

Se trataría de abrir estos procesos de amor bondadoso a círculos más amplios. Si hemos empezado por nuestra familia, practicar también con los compañeros, los vecinos, etc. Aunque pueda parecer un ejercicio, verás cómo te surge sólo pues cuando uno está en paz consigo mismo le es muy fácil manifestar esa paz en todos los ámbitos de su vida.

Dice el maestro:

Para amar, debemos comprender, porque el amor está hecho de comprensión. Mal podremos amar a quien no entendemos. La meditación consiste en mirar profundamente a los demás, para darnos cuenta de sus necesidades y de su sufrimiento y, cuando nos sentimos comprendidos, nos vemos invadidos por el amor. Se trata de un sentimiento maravilloso. Todos necesitamos comprensión y amor.

Hasta aquí mi propuesta de hoy. Como ves siempre acabo de la misma manera: ¡practica!. Es la única manera de que la paz y la atención plena formen parte de tí. Veras cómo vivir con atención plena no es un objetivo, si no una manera de vivir. Mindfulness te da las herramientas para poder hacerlo, para vivir siendo tú mismo, aquí y ahora.

Y como he prometido más arriba, te propongo para terminar una sencilla práctica del Dr. Javier García Campayo:

Saborear y agradecer
Es una práctica que proviene de la psicología positiva. Consiste en:

  • identificar 2-3 veces cada día situaciones sencillas, de la vida cotidiana que nos produzcan bienestar o alegría (ej: estar con los amigos tomando algo, una puesta de sol, jugar con los hijos o con una mascota, pasear por el parque, comer o beber algo que nos guste, etc).
  • toma conciencia de los pequeños placeres de la vida, que son los que más se asocian a la felicidad, y detente uno o dos minutos a saborearlos lentamente y a experimentarlo en toda su plenitud (saborear).
  • agradece a la vida, a nosotros mismos y a los demás, la fortuna de poder estar disfrutando de este momento que nos merecemos (agradecer).

El objetivo es ir adiestrando nuestra mente para no focalizarse en los aspectos negativos o amenazadores de la vida (emociones negativas), como está genéticamente determinada, sino que aprenda a disfrutar e identificar cada vez mejor las situaciones y emociones positivas. Este aprendizaje es muy importante porque las emociones se autoperpetúan: si uno tiende a experimentar emociones negativas cada vez lo hará más, pero si aprende a identificar y disfrutar de las emociones positivas, también cada vez le ocurrirá más frecuentemente.

¡¡ Feliz día !!

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