Una de las principales tendencias cuando nos enfrentamos a la tarea de educar, es leer sobre lo último publicado en educación. Leemos en revistas destinadas a padres y madres, en libros (de pronto se pone uno de moda y todos lo leen e intenta aplicar sus teorías; al poco tiempo sale otro diciendo lo contrario y también se vuelve best-seller), en redes sociales, en distintas webs que buscamos por Internet según el tema que más nos preocupe, etc. Pero no sólo leemos, también escuchamos consejos a diestro y siniestro de familiares, colegas de trabajo, amistades, programas de televisión, padres y madres del cole… en definitiva, de nuestro entorno.
Y cada uno dice una cosa. Podríamos hacer una lista interminable de los mil y un consejos que recibimos cada día, muchos de ellos contradiciéndose.
¿Y qué haces cuando lees un post, por ejemplo, con las diez cosas que debes hacer para que tu hijo…?. Te llega por Facebook y le das a Me Gusta o, mejor aún, lo compartes y además lo comentas. Y te dices que los vas a aplicar todos. Lo imprimes para que no se te olvide ni uno. Llegas a casa y empiezas. Justo tu hijo ha hecho algo que te ha dado la oportunidad de aplicar el número 3. ¡Empezamos bien!.
¿Qué ocurre?. Puede que funcione o puede que no. No pasa nada. Has leído que a la primera no siempre funciona. Decides seguir. Puede que te acuerdes unos días más pero luego se te va olvidando. Y dejas de aplicar esos consejos. Además, en estos días te ha llegado otro enlace en el que recomiendan otras coas y sí, esta vez sí que lo vas a llevar a cabo, cueste lo que cueste…. Y vuelta a empezar.
¿Te reconoces en esta situación?. Yo sí. En este blog también encontrarás algún post sobre hábitos aconsejables para conectar con tu hijo, por ejemplo. En su día tuvo bastante éxito. Me pregunto si toda la gente que lo leyó/compartió/comentó… lo ha aplicado o no, y si tuvo éxito o no.
Así que aquí va el primer consejo:
Sé perseverante y constante.
Además de que, como he comentado, unos consejos se contradigan con otros y si los intentas aplicar todos acabes desorientando a tu hijo, también se da el caso de que esos consejos no coinciden con tus valores o tu forma de pensar. Quizá estés intentando educar de una manera, con contradicciones y falta de coherencia contigo mismo.
Antes de lanzarte a la piscina y llevar a tu familia un método o unos consejos que te han contado que van fenomenal, reflexiona sobre si son acordes con tu forma de pensar o, al menos, con la idea de “familia” que tienes y que quieres conseguir.
Y esto nos lleva al segundo consejo:
Sé coherente y consecuente
Supongamos ahora que cumples los dos, es decir, eres constante y coherente. ¿Te has fijado si todos esos consejos se adecuan a tu hijo?. Y no sólo por la edad y la etapa de crecimiento en la que se encuentre. También por su forma de ser, sus capacidades, sus habilidades, su temperamento, su personalidad…. Porque ya sabes que no hay dos personas iguales. Y que si al hijo de tu vecino le funcionó una cosa, no tiene porqué servir con tu hijo. No digo que no hagas caso al vecino. Escucha siempre. Quizá quién menos te lo esperes te da el consejo maravilloso que necesitas. Pero filtra todo lo que escuches y piensa en tu hijo. Piensa si es adecuado para él. No vas a raparle la cabeza para prevenir los piojos a un niño que jamás, jamás, ha tenido uno. Quizá no lo necesite.
Aquí viene el tercer consejo:
Sé prudente: no todo vale para todo(s)
Estás ya que te sales y te has confeccionado una lista de principios y normas ideales para tu familia, eres consecuente y sobre todo, constante. Sin embargo, algo no te convence. Te llega otra vez por Facebook un video de la maravillosa infancia que teníamos los que ahora somos padres, bajando a la calle a jugar con nuestro bocadillo de chocolate, por ejemplo. Y sientes que fuiste un niño feliz. Miras a tu hijo y te entra un noséqué con tanto principio y norma. No digo que le dejes vivir en modo selva y búscate la vida. Lo que digo es que a veces se nos olvida que son niños y que actúan como niños. No son adultos bajitos. Y que muchas de sus reacciones son totalmente normales aunque no nos gusten o en ese momento nos molesten porque toca hacer otra cosa.
Por ejemplo, hay que repetir las normas miles de veces, como hicieron contigo. Yo no sé la de veces que habré dicho que no se suban al respaldo del sofá; más o menos las mismas veces que mi madre se lo diría a mi hermano (sí, es cierto, yo nunca lo hice). No creas que los niños son programables y con una vez basta. Hay que repetir.
Alguna vez he oído reñir a un niño por llorar, o por no querer dejar un juguete o mil cosas que los adultos consideramos malas, pero que para el niño no lo son…., al menos de momento. Con su actitud o conducta, en la mayoría de ocasiones, lo que hacen es decirte que delante tienes un niño, con emociones de niño, ideas de niño, verdades de niño, conclusiones de niño….
Lo que nos lleva al cuarto consejo:
Ponte sus zapatitos por un rato y recuerda-té en esa edad. Un poco de empatía para comprender.
Repito: comprender. Y una vez que comprendemos, entonces sí, evaluar si es correcto o no, si hay que actuar y cómo. Sin dejarnos llevar por la reactividad no consciente (lo que luego nos hará sentir mal, a ellos y a nosotros).
Se me ocurren unos cuantos más. Seguro que tienes algún consejo en la cabeza que te han dicho, has oído o leído por ahí, o se te ha ocurrido. ¡Seguro que es genial!. Y podemos ponernos ya a aplicarlos todos. Incluso puede que nos vaya bien. O puede que no. ¿Por qué?.
Porque a mi modo de ver, sólo hay un consejo importante, sólo uno válido sin el cual todos los demás pierden toda su eficacia. Sí. Sólo uno. El gran consejo. El primero que te sugiero que empieces a aplicar ya. Y ese consejo no es otro que:
Conócete a tí mismo.
Porque si te dedicas un tiempo a tí, a tu interior, a conocer tus porqués, tus valores, tu presente… conseguirás la fortaleza y la sabiduría necesarias para educar a tus hijos y para vivir en armonía.
Porque si te conoces, seguirás los consejos, normas, hábitos, tips, decálogos, listas, etc etc que mejor vayan con tu sentir, con tu pensar, con tu SER.
Porque sólo siendo coherente, consecuente, amante y ecuánime contigo mismo, lograrás serlo con los demás, sean estos tu familia o tu circulo de amistades, trabajo, etc etc.
Para responder al ¿cómo lo hago? también te invito a seguir tus instintos. Mi consejo desde este blog es la práctica de Mindfulness, porque a mí me funciona. Quizá tu prefieras un proceso de coaching familiar, un curso de Disciplina Positiva, seguir las directrices de una religión, etc etc.
Lo que tengo claro es que, en el caso de Mindfulness, si tu no llevas una vida “mindful” no puedes pretender sentir sus beneficios en tus hijos sólo apuntándoles a un taller para niños. Sea lo que sea en lo que creas y que sientas como bueno, has de vivirlo en plenitud para transmitirlo con actos y no sólo con palabras y que se vea reflejado en la educación de tus hijos. y eso sólo se consigue tras un proceso interno y personal de autoconocimiento.
SÉ TÚ
Me encantaría saber qué te funciona o que no te funciona. Te espero en los comentarios. Y ya sabes que siempre te agradezco que compartas, si crees que este texto puede hacerle bien a alguien. Gracias!!