Hemos hablado muchas veces de una de las principales actitudes mindfulness: la aceptación. Ya os hablé de que aceptar no es lo mismo que resignarse; no es una actitud pasiva si no activa.
La aceptación es difícil de asimilar y de practicar cuando las cosas no nos van bien, o nos ocurre algo que consideramos negativo, malo o doloroso. Tanto alumnos de los cursos de mindfulness como algunas de las voces más críticas que encontramos en artículos y posts, plantean que es muy fácil aceptar cuando todo te sale bien (bien quiere decir como tú quieres o esperas…), pero que es complicado cuando te va mal o las cosas no te ocurren como te gustaría. ¿Por qué y cómo vamos a aceptar una pérdida, un fracaso, un sufrimiento…?
Partimos de que todo, lo que consideras bueno y lo que consideras malo, son ingredientes del mismo plato. Hay un salmón marinado (receta de Isasaweiss) que me encanta y que lleva miel y sal. ¿Puede salir un plato tan rico mezclando ingredientes contrarios? Claro que sí. Y está exquisito. Quizá sea esa mezcla entre contrarios lo que hace que esté tan bueno (para mi gusto, claro; por suerte no somos todos iguales ni nos gustan las mismas cosas).
La vida es tan interesante y tan rica por esa mezcla de situaciones, buenas y malas, mejores y peores, esperadas e inesperadas. Y tú eres un ser tan genial y maravilloso precisamente por esa riqueza de matices. No busques ser perfecto porque es imposible. Busca ser tu mejor versión reconociendo y aceptando lo que ya eres, como primer paso para mejorar a media que avances por el camino de tu vida.
- Vale – estarás pensando -, que te lías. ¿Qué hago para aceptar lo que no me gusta? Dicho de otra manera, ¿cómo puedo gestionar las emociones negativas?
Las emociones son emociones sin más. Las etiquetamos como negativas o positivas según nuestro propio parecer y circunstancias, y según nuestras expectativas. He buceado un poco por Internet (ya que no soy experta en inteligencia emocional) y parece ser que las emociones se pueden resumir en seis:
alegría, sorpresa, ira, miedo, asco y tristeza.
¿Te recuerda a la película Inside Out (Del revés en español)? Seguro que sí. Lo revelador de la película para mucha gente fue caer en la cuenta de que ninguna emoción es mala y todas son necesarias para ser las personas maravillosas que somos. De lo que se trata es de aprender a aceptar y, si quieres, gestionar las emociones para no engancharnos a ellas. Es decir, en el caso de la tristeza, por ejemplo, reconocerla, aceptarla, darnos permiso para sentirnos así pero no regodearnos en ella y ponernos en un papel victimista. Me gusta ese dicho popular que dice: “por un perro que maté, mataperros me llamaron”. Vamos, que por una situación triste que hayas pasado, no te ancles en una triste vida.
¿Emociones negativas o difíciles?
Se suele preguntar por la gestión de emociones negativas. Prefiero hablar de emociones difíciles porque a veces una considerada positiva, como la alegría, puede ser difícil para algunas personas: la dificultad de sentir alegría por el éxito de alguien (puede aparecer la envidia por ahí, el juicio, las comparaciones…), o la dificultad para expresar alegría por algo que te ocurre sabiendo que cerca tienes a alguien que sufre (temor a parecer que presumes, a ser juzgado…)
Los pasos que te propongo desde la práctica de mindfulness para la gestión de la emociones (de todas ellas) son tres:
1.- Para y observa
Cualquier tipo de emoción, especialmente las más difíciles, se manifiesta en nuestro cuerpo. Date unos minutos para parar y tras respirar profundamente dos o tres veces, observa dónde sientes la emoción. Tal vez sientas sudor frío en la nuca, un pellizco en el estómago, una punzada en el vientre, dolor de cabeza, nudo en la garganta, pinchazo en el pecho… Observa y detecta qué ocurre en tu cuerpo sin juzgar ni criticar ni buscar una explicación. Ni siquiera lo etiquetes como agradable o desagradable. Sólo siente y haz consciente el lugar físico en el que se refleja la emoción.
Es importante escucharnos y observarnos para que esas emociones que nos hablan a través del cuerpo no deriven en una depresión, ansiedad o posibles enfermedades. Si quieres saber más sobre esto, mejor habla con un psicólogo especializado.
Además, antes de tomar cualquier decisión es aconsejable observar qué nos dice el cuerpo sobre ello. Tal vez estés ante una decisión que no quieres. Es mejor darte cuenta antes y reflexionar sobre qué hacer.
2.- Acepta
Aquí está el meollo para mucha gente que no entiende por qué hay que aceptar lo difícil. En realidad es más fácil de lo que parece.
Muchas veces lo comparo con una situación casera que quizá hayas vivido: llegas a casa con hambre y cansada; en la nevera sólo hay cuatro cosas que a primera vista no tienen nada en común. Puedes enfadarte por no haber comprado, llenarte de ira, claudicar y no cenar o aceptar lo que hay y cocinar algo maravilloso con esas cuatro cosas.
Algo similar hacemos cada día.
Amanece un día nuevo lleno de posibilidades y lo que hagamos con ello depende de nosotros y de nuestra actitud. Aceptar es reconocer las circunstancias de las que partes en cada momento. Lo que hagas depende de esa situación de partida. Si tienes huevos y patatas, haces una tortilla española y si tienes huevos y calabacín no te dejas derrotar por no tener patatas. Adaptas tu cena a lo que tienes desde la creatividad y la aceptación de lo que hay.
Acepta pues la emoción tal cual la sientes ahora. Date permiso para experimentarla sin juicio. Luchar o evitar produce, a la larga, más sufrimiento. Déjala entrar en ti y experimenta. Toda emoción, como se refleja en la película Inside Out, tiene su función y hay que dejar que actúe. Agradece tu capacidad para sentir. De esta manera no convertirás en problema ninguna emoción por difícil que sea para ti. Cuando la hayas dejado actuar, saldrá más fácilmente.
3. Decidir / responder
Desde la situación de aceptación y de haber hecho consciente la emoción difícil, ya puedes tomar una decisión consciente. Das respuesta sin reactividad y desde la consciencia global de tu situación y de tu emoción. Las respuestas reactivas, que tantos arrepentimientos traen después, se pueden evitar si dedicas unos minutos a observar y aceptar esa emoción difícil.
Ya sé que en ocasiones no tienes tiempo y reaccionas sin pensar. ¿Cómo realizar estos pasos de manera casi automática?: Practicando.
Cuánto más practiques la meditación formal e informal, más entrenada estará tu mente para ser menos reactiva y responder mejor a las emociones difíciles. Tus respuestas serán más conscientes y deliberadas. Además, un resultado de la observación es que reconocerás antes los “síntomas” de esas emociones o situaciones difíciles que te provocan una reacción automática que no deseas. Lo ves venir, reconoces tus reacciones y sensaciones y, en consecuencia, puedes parar la cadena reactiva antes para dar una respuesta consciente. Incluso la respuesta puede ser no hacer nada.
Tú decides qué hacer o qué no hacer desde la consciencia.
La práctica continuada es lo que nos aporta calma para pensar, serenidad para decidir y equilibrio para actuar.
Una vez pase la situación que te ha provocado esa emoción difícil, puedes practicar la escritura. Escribe lo que ha ocurrido y cómo te has sentido. Este ejercicio te facilitará también reconocer tus sensaciones la próxima vez que se presente una situación similar.
¿Sigues estos pasos? ¿qué método utilizas tú para gestionar las emociones difíciles?
Cuéntame en comentarios tus impresiones.
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