Hijos excelentes, hijos normales

¿Te has parado a pensar si lo que esperas con el éxito de tus hijos es que ellos sean felices o es la búsqueda de que los demás te valoren a través de ellos?

No me refiero a éxito a lo grande, cuando sean adultos, si no que sea el que mejor lee de la clase, el que se lleva la medalla en Judo, la que mejor hace la pirueta en gimnasia rítmica, la que mejor puntuación saca en matemáticas…. Los padres tendemos a comparar, aunque sea para nuestros adentros, a los niños con sus compañeros y amigos. Es inevitable. Sin embargo, ellos no son conscientes de esta competencia hasta que su entorno, entre ellos por supuesto los padres, les hace participe de ella.

Seguro que recordáis a vuestros hijos en la edad anterior a ir al colegio. Ya fueran a la escuela infantil o no, ya fuera en el parque o en cualquier actividad, eran felices por el simple hecho de jugar o hacer cosas, por el simple hecho de ser.

Es cuando empiezan a sentirse evaluados y cuando empiezan a oír de los demás las comparaciones y calificaciones que se hacen de ellos, cuando entran en el juego de la competitividad, cuando quieren ser los mejores y si no se sienten mal.

A veces no quieren participar en un juego porque ya saben de entrada que no van a ganar. O, como me pasó con mi hijo, no quieren entrar en el equipo de fútbol del colegio porque ya saben que no son los mejores y por tanto, ni van a jugar tantos minutos como los que juegan mejor, ni van a ser reconocidos por los demás. Pierden el interés de, simplemente, jugar porque me lo paso bien jugando. Dejan de interesarse por los beneficios del juego (o de la actividad que sea) por el mero hecho de participar, da igual quién sea el mejor.

Además de esas calificaciones y evaluaciones externas, los niños aprenden también a ser etiquetados, como los TDHA, el superdotado, el tonto de la clase, el paquete en futbol, la patosa en baile, el figura en cualquier deporte. Ante estas situaciones, hay niños que viven bajo una presión muy grande porque sienten que deben satisfacer unos criterios bien para satisfacer a los padres, bien para satisfacer al “grupo”. Corremos el peligro de educar hijos en la ansiedad.

Esa ansiedad provoca que vivamos siempre hacía el futuro, con objetivos que cumplir y metas que alcanzar. No está mal tener objetivos y metas. Lo malo es vivir solo para conseguirlas perdiéndonos el presente y sin dedicar tiempo a saborear lo extraordinario en lo ordinario.

“Educar en el asombro”, libro de Catherine L´Ecuyer, nos muestra precisamente esa falta de asombro en los niños de hoy. Como poco a poco han dejado de asombrarse, de sentirse atraídos, de descubrir lo que ocurre a cada momento en las cosas sencillas del día a día. Para los niños de hoy, la mayoría, un pollo es algo que venden en el supermercado dentro de una bolsa. Lo comen sin saber que antes fue un animal que correteaba (o no) por el campo. Algunos ignoran que las zanahorias tienen unas ramas verdes largas, etc. Esta autora escribe mucho sobre lo bueno y lo malo de educar con pantallas. Os recomiendo que la sigáis de cerca.

Cuando buscamos que nuestros hijos sean mejores que lo que se considera normal, corremos el riesgo de que pierdan su autenticidad. Cuando viven con esa presión y solo buscan la evaluación de lo que hacen, dejan de ser genuinos y auténticos en su normalidad.

¿Por qué no buscamos lo especial de cada uno dentro de su propia normalidad?.

Podemos llenarles de actividades para que conozcan y exploren dentro de sí mismos que es lo que realmente les llena, enseñándoles que lo importante no es el logro ni el resultado, si no la actividad en sí misma y lo feliz que se sientan haciéndola. Si aprenden de nosotros a dar valor a lo normal y no solo a lo extraordinario, dar valor al día a día, al momento, les enseñamos a vivir la vida en sí misma.

Provocan risas y sonrisas de ternura los videos que circulan por la red de un niño que oye por primera vez tras una operación, de un crío que se moja los pies en el mar también por primera vez, cuando conocen a su hermanito en la maternidad, etc. Suelen ser videos de niños muy pequeños y en ellos valoramos esa primera vez, ese asombro natural, ese disfrute pleno. Es una pena que se vaya perdiendo con la edad.

Hay muchos momentos al día en los que podemos mostrarles cosas nuevas, momentos asombrosos en los que deleitarse a partir de lo cotidiano, observando lo más cercano con mente de principiante (uno de los principios de mindfulness).

Te propongo algunas situaciones para que las aprecies con tus hijos, en el instante en que se producen. Son momentos normales que los niños aprenden a apreciar dependiendo de cómo se los presentes. Por ejemplo:

  • la luz o la oscuridad que entra por la ventana al despertarlos
  • si se levantan pronto, la serenidad de la madrugada
  • el roce de la sábana y el calorcito de la cama antes de levantarse
  • el contacto de la piel al darnos la mano
  • el chorro de agua caliente en la ducha
  • la caída del agua de una fuente por la calle
  • el olor a limpio de la ropa recién planchada
  • el sentimiento de unión, de familia, al comer o cenar todos juntos
  • el silencio cuando se apaga la televisión
  • el reflejo de la luna al apagar las luces por la noche
  • las ondas en el agua al tirar una piedra
  • el reflejo de la luna
  • la manera en que cada uno coge el lápiz
  • la emoción de empezar un libro nuevo
  • el olor de los libros
  • el sabor de su plato favorito
  • la naturaleza en general nos da momentos increíbles si observamos atentos
  • el entusiasmo de quedarse con un amigo por la noche
  • el crujir de la hojas caídas en el suelo en otoño
  • el cambio de los árboles con las estaciones
  • el frío del invierno
  • una puesta de sol
  • mirar el horizonte en el mar
  • las olas en la playa o golpeando las rocas
  • el olor de pan recién hecho al pasar delante de una panadería
  • el silencio y olor de las bibliotecas: sentir el el saber contenido en todos esos libros
  • la alegría al encontrar algo perdido
  • la emoción de estrenar algo
  • la alegría al oir la llave de la puerta cuando papá o mamá llegan a casa
  • la lluvia
  • el abrazo

cada nuevo día nos ofrece mil y una oportunidades de practicar la presencia, de apreciar el momento y de sentirnos libres de juicio con nuestros hijos.

Recuerda que lo que para ti es normal, para ellos puede ser la primera vez. Recuerda que ellos no han tenido tus experiencias. Recuerda que es mejor que experimenten solos a que les expliques las cosas una y mil veces. Apreciarán las puesta de sol si la ven y la vives con ellos, no si se la cuentas mirando un libro.

Es labor de los padres y educadores que los niños no pierdan esa capacidad de asombro y entusiasmo. Eso es vivir.

Espero tus comentarios. Me gustaría que me contaras tu experiencia.

NOTA:

Este post está inspirado en la lectura de dos libros que os recomiendo si tenéis hijos, además de los artículos de Catherine L´Ecuyer:

Padres conscientes. Educar para crecer. Shefali Tsabary

El niño atento. Susan Kaiser

1 Comment

  1. […] Hacía tiempo que no escribía sobre educación y niños. Retomo el tema de la educación consciente que inicié en estos posts Ejercicios para una parentalidad consciente y Hijos excelentes, hijos normales. […]

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