Practicar la atención plena en el mar ya he comentado que es fantástico. Ayer fue mejor aún. Si bien se va notando que llegamos a mitad de julio y la playa ya se va llenando de veraneantes, el mar de ayer por la mañana era como una laguna clara y en calma. El mar en esta cala que frecuento desde muy niña siempre ha sido así, tranquilo, muy limpio, de olas suaves y más frío de lo normal en el mediterráneo. No es mar abierto y su peculiar orientación hace que sea un pequeño oasis (cuando no está infestado de gente foránea) en la costa mediterránea.
Al haber más gente en la playa, decidí en lugar de hacer caminata consciente por la orilla, adentrarme al mar. El agua estaba clara como nunca y la escasa profundidad invitaba a andar bastante hasta llegar a no hacer pie. La sorpresa de ayer fue que había como unas corrientes de agua fría que hacían que la temperatura fuera cambiando a cada paso, notando en un mismo espacio el agua fría en unas partes del cuerpo y el agua menos fría en otras.
Me adentré al mar sin prisa, dejando que muy poco a poco el agua fuera mojando mi piel, saboreando casa instante. Observando la reacción del cuerpo, dejándome sentir. Curioso apreciar cómo el cuerpo se va a acostumbrando a la temperatura de manera que sientes el agua más caliente en los pies y sin embargo fría a la altura de cuerpo que en ese momento toca la superficie del mar.
Una vez todo el cuerpo sumergido en el mar, empecé a notar esas corrientes frías que iban y venían. Todo un ejercicio de consciencia. Vivir el instante con intensidad y simplemente observar la sensación cambiante en distintas partes del cuerpo, la reacción de la piel, la reacción del músculo. Sentir el aquí y el ahora de una manera distinta a otra veces. Fluir con el mar. Observar las pequeñas olas de la orilla que vienen y van, suaves, en calma.
Ya sabemos que los instantes son irrepetibles. Esta mañana el mar estaba en apariencia muy parecido al de ayer. Mi primera reacción ha sido meterme al mar buscando la misma experiencia del día anterior. Evidentemente ha sido distinta (recordamos a Heráclito y su cita: no se puede entrar dos veces en el mismo río). Los instantes no vuelven, la experiencia cambia porque todo cambia. Sin una atención consciente, podríamos decir que el mar estaba tan bueno como ayer. Pero no. Ni la temperatura, ni la claridad, ni la sensación era la misma. Ni mejor, ni peor, tan solo distinta.
Coleccionamos instantes, buenos y malos. Instantes irrepetibles que no volverán. Instantes que si los vivimos a tope, con atención consciente, podremos saborearlos y disfrutarlos. La vida es como un cuadro de Seurat (pintor francés precursor del puntillismo) en el que cada punto cuenta en la obra final. Su forma, su color, su posición… cada punto, cada trazo, por pequeño que sea, cuenta en el cuadro, aunque ese color no te guste, aunque esa posición sea difícil, todo cuenta. El punto que ahora dibujas depende de todos los anteriores y determina los siguientes. Así de importante es cada punto, cada instante.
Así es en nuestra vida. Cada instante es un punto en nuestra obra de vida. No los dejes pasar, saboréalos porque no vuelven. Nunca vuelven.
Instantes de mar, instantes de amor, instantes de penuria, instantes de aire fresco en medio del calor de este verano, instantes de VIDA, instantes de SER.
Quizá me digas que no tienes tiempo para hacer una meditación diaria de 40 minutos, o que no puedes ahora irte a dar un baño de mar o de río, o que…. Sí. Lo entiendo, El ajetreo diario, el trabajo, la familia, las obligaciones… Lo entiendo porque yo también me ponía excusas. Tranquilo. No hay que “obligarse” a meditar ni hacer de pronto un cambio radical en tu vida que, no sólo es difícil si no que no es muy aconsejable porque los resultados de la meditación no son inmediatos y te puedes desanimar. Empieza poco a poco. Seguro que tienes tiempo, solo tres minutos, para cerrar los ojos y dejarte llevar por las sensaciones del aquí y del ahora. Haz consciente tu cuerpo, habítalo.
En tres minutos puedes hacer un pequeño ejercicio para ir habituando a tu mente a vivir mindful. Por ejemplo, puedes cerrar los ojos y poner tu atención en la respiración. Siente como el aire entra y recorre tu cuerpo y como sale por la nariz. Siente como el abdomen se hincha y se deshincha a cada respiración. Pon la atención en tu cuerpo recorriendo con la mente. Abre después tu conciencia a la habitación o lugar en el que estás, a los sonidos que te llegan. No te preocupes si los pensamientos te distraen. Date cuenta de que los tienes y déjalos pasar. Respira y siente. Respira y siente. Aquí, ahora, en este instante, en este lugar. Respira y abre los ojos para seguir con tu actividad de una manera más consciente.
Encontrarás en Internet muchas meditaciones de 3 minutos guiadas de acceso gratuito. Si necesitas alguna recomendación, deja un comentario y te propondré alguna.
Y no lo olvides. Este instante es irrepetible.
Que lo disfrutes!
6 septiembre, 2015
Estupenda reflexión Pilar!!! Tienes toda la razón!! Me has hecho pensar….siiii…..hay que disfrutar de las pequeñas cosas y dedicarnos, aunque sea, tres minutos al.dia!!.
17 septiembre, 2015
Gracias Carolina por tu comentario. No es difícil, solo hay que empezar….