lectura atenta

La lectura atenta

es un regalo

Aprender a leer es un regalo. Al principio, cuando eres un niño que empieza, requiere de una atención muy enfocada a cada letra suelta, luego a las letras por sílabas hasta llegar a la palabra. Necesitábamos concentrarnos tanto que, para enfocarnos solo en esas letras, nos ayudádamos con el dedo por debajo de las palabras. Algunos hasta nos acercábamos el libro a los ojos como si así no se nos fuera a escapar nada. Si no lo recuerdas, solo tienes que observar a un niño aprendiendo a leer.

Además, como en la mente estaba muy presente ese aprendizaje con sus éxitos tan celebrados por los padres, aprovechábamos cualquier cartel por la calle para demostrar nuestros avances lectores. Mala pata si íbamos en coche y no nos daba tiempo a centrarnos en esas letras que nuestra cabeza empezaba a descifrar. Sin enfocarnos en ellas no nos daba tiempo a leer la palabra del cartel.

¡Cómo hemos evolucionado! Ahora leemos de corrillo, estamos super entrenados, e incluso podemos leer mientras hacemos otra actividad, sin esfuerzo. Nuestro niño de ayer nos felicita por dentro. «¿Lo ves? —le podemos decir— solo hacia falta entrenamiento y foco».

Lectura desenfocada y multitarea

Ahora nos parece tan sencillo que incluso nos creemos capaces de practicar la multitarea cuando leemos. Nuestra mente puede alternar la atención entre diversos estímulos para realizar varias actividades al mismo tiempo, de forma tan rápida que nos parece que la dividimos entre ellos. Gran error. La atención es indivisible. 

En realidad es gracias al modo multitarea que podemos, por ejemplo, hablar mientras cocinamos o escuchar un podcast mientras conducimos. La multitarea es buena pues, sin esa posibilidad, el día no sería suficiente para hacer todo lo que tenemos que hacer. ¿Te imaginas que para hablar por teléfono tuvieras que dejar de caminar y si en ese momento te pica la oreja tuvieras que dejar de hablar para rascarte? Y así con todo. Si 24 horas ya nos quedan cortas, imagina tener que hacer cada tarea, por minúscula y automática que sea, de una en una. Es una bendición que podamos actuar en modo multitarea. Con lo que hay que tener cuidado es con la atención. Podemos escuchar música mientras conducimos pero no dejar de atender a la conducción para escribir un mensaje. 

Es decir, que igual que existen tareas que podemos realizar sin apenas poner atención en ellas, existen actividades que requieren de nuestra atención plena. En ellas, el modo multitarea no funciona porque para hacerlas bien debemos concentrarnos y evitar distracciones. En más de una ocasión he comentado que la escritura es una de estas tareas puesto que cuando escribimos no podemos ni pensar ni hacer otra cosa. Prueba a escribir algo diferente a lo que estás pensando. ¿Has podido?

Leer con atención plena

Leer es otra de estas actividades que, para hacerla bien, tenemos que estar en atención plena y concentrados. Yo he practicado tanto —familia numerosa— que puedo leer en cualquier sitio sin que me moleste el ruido, sin enterarme de la música que suena, sin contestar a las veces que gritan un «mamááá»; si me concentro en la lectura mi atención está ahí. 

Si la atención va de las letras del libro a los sonidos que escuchamos o imágenes que saltan cerca de nosotros, en el móvil o en la tele, es muy difícil que nos enteremos bien de lo que estamos leyendo. Las condiciones de lectura han ido cambiando; la interconexión digital ha activado el modo multitarea que antes apenas se conocía, ni en nuestras actividades infantiles ni en el modo de trabajar de nuestra antepasados. 

Por ejemplo, ahora es muy habitual leer un mail (en diagonal) y pensar al mismo tiempo qué se va a contestar. No se lee con atención plena (lo mismo que ocurre con la escucha). Es difícil que podamos asimilar los textos de esta manera, quizá los más cortos y sencillos, porque en realidad tampoco necesitan mucho tiempo de exposición lectora; pero en otro tipo de texto hay una pérdida evidente de profundidad y precisión: no acabamos de asimilar la información y eso afecta a la forma en la que la utilizamos.

No deja de ser una curiosa paradoja: vivimos un momento de riqueza informativa accesible para todos y de mayor pobreza de entendimiento y conocimientos.

Se pueden buscar soluciones en el formato del texto: organización, diseño, redacción atractiva y atrayente… pero no creo que sea suficiente. Ni el contenido mejor diseñado y con el mejor copy es inmune a la lectura desatenta. La solución está dentro de nosotros. Creo que en la lectura, como en la escucha, tenemos que recuperar la capacidad de atención plena y contar con el tiempo y el espacio necesarios para asimilar la información, integrarla a nuestro conocimiento y producir la respuesta adecuada. Ya sea una lectura rápida de una noticia, un texto de estudio o una novela. Aspectos como la evolución tecnológica no los podemos controlar. Pero nuestra agenda, los distractores y nuestra capacidad de concentración sí están en nuestras manos. 

Podemos aprender a priorizar, a gestionar los focos de distracción, a reservar un tiempo de concentración diario y a evitar las actividades en las que no somos indispensables para estar más presentes en las que aportamos o nos aportan algo. 

Solo así conseguiremos asimilar mejor la información que recibimos a través de la lectura.

¿Y tú?

¿Te cuesta concentrarte en lo que lees? ¿Sueles leer en diagonal o te metes en los textos? ¿En cuáles encuentras más dificultad, en los de ficción o en los de otro tipo (informativos, estudios, trabajo…)? ¿Sigues algún ritual antes de leer?

Me encantará leer tus respuestas. 

Si necesitas mejorar tu atención lectora tienes a tu alcance:

–El libro «Entrena tu atención para lograr tus metas»,

–El audio taller «Entrena tu atención»

–Y próximamente el programa EnfocArte

Fotos de Thought Catalog y Aaron Burden vía Unsplash Unsplash

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