Paciencia

La paciencia: qué es y cómo cultivarla

“He descubierto el poder de la paciencia, que es lo que resuelve casi todo»

Carlos García Portal, Motoaventurero, en una entrevista en La Vanguardia.

«El sufrimiento se trabaja con paciencia»,

Jorge Moltó, psicólogo en ElephantPlena, especialista en mindfulness.

¿Para qué sirve la paciencia?

Imagínate en ese momento en el que una página web tarda en cargar o que tu ordenador superrápido de pronto le cuesta arrancar, visualízate esperando el autobús que tarda, sentado esperando a que comience una reunión que va con retraso, mirando constantemente el móvil esperando las respuesta a un WhatsApp que escribiste hace cinco minutos, en la sala de espera del médico cuando ha pasado ya media hora de tu cita, en la puerta del cine esperando al amigo que siempre se retrasa, cuando pides la cuenta en un restaurante y tardan más que en servirte las primeras bebidas, en la cola de la caja de una tienda de ropa, esperando turno en el banco, a punto de explotar por los ruidos de unos niños cerca de ti, cuando vas deprisa por la calle y, justo en la parte en la que la acera se estrecha, delante va un anciano de paso lento, cuando das dos vueltas a la manzana y no encuentras aparcamiento, esperando la respuesta de tu jefe al permiso que le has pedido, ansiando que llegue el día de ese concierto para el que compraste las entradas hace un mes…

Río revuelto no mueve molino (Refrán popular)

¿Cómo reaccionas?

Resoplas, murmuras, dices groserías, golpeas la mesa, te rindes… en definitiva, pierdes la calma ante pequeños detalles.

Como primer apunte, te habrás dado cuenta de que la paciencia está muy relacionada con la espera o, más bien, con el saber esperar. De hecho es la palabra que más se ha repetido en el primer párrafo.

Sabes que la impaciencia no conduce a nada, que no es productiva y que consume mucha energía. Aun así, no puedes evitar inquietarte: miras el móvil compulsivamente, das golpecitos con los dedos o con el pie, suspiras con queja, murmuras, sientes cosquilleo detrás de las rodillas… algunos enloquecen con ese paso del tiempo porque no saben esperar.

Es probable que te hayas acostumbrado a la cultura de la inmediatez en la que vivimos: las noticias se pueden seguir en tiempo real, compras algo desde el sofá y en veinticuatro horas lo tienes en casa, estás hambriento y pocos minutos después de elegir en un app lo que te apetece comer, te llega a casa caliente y sin ningún esfuerzo… lo quieres todo ya y exiges lo mismo a los que te rodean. Tienes el mundo al alcance de la mano. La sociedad en la que vivimos está creando seres impacientes deseosos de la gratificación instantánea. Lo queremos todo ya y vamos resolviendo asuntos con el móvil mientras caminamos sin esperar a llegar a la oficina. ¡Ya! ¡Ya! ¡Ya! 

Esa impaciencia puede llegar a superarte y convertirse en ansiedad, como poco. Es más difícil mantener la calma. La impaciencia genera ira, estrés, infravaloración del esfuerzo, ruido mental, insatisfacción y un largo etcétera de efectos nada positivos. Y lo peor de todo es que el mundo en que vivimos no invita a la tranquilidad.

Además, cada vez se adelanta todo más en el desarrollo: se apremia a que los niños anden antes, los preadolescentes ya se comportan como si tuvieran más edad con prisas de empezar la vida adulta, cualquiera está localizado en todo momento y la comunicación es instantánea… A veces incluso se vive por anticipado. 

Y no solo a nivel mental y emocional. Hay estudios que relacionan la impaciencia con la elevación del cortisol y la adrenalina —hormonas del estrés— que provocan que los vasos sanguíneos se contraigan y el ácido del estómago aumente*. La impaciencia está también asociada con problemas cardiovasculares. Puede que ese malestar que sientes tenga su origen en la poca paciencia…

La paciencia te da la capacidad de mantenerte tranquilo frente a la decepción, la angustia o el sufrimiento. Esta habilidad se relaciona con una serie de beneficios positivos para la salud, como la disminución de la depresión y la ansiedad entre otros trastornos negativos. Algunos investigadores han llegado a la conclusión de que las personas pacientes son más prosociales, ya que en ellas se da mayor empatía, generosidad y compasión.

Pero, ¿qué es la paciencia?

La RAE da varias acepciones:

https://dle.rae.es/?id=RPieLar

1. f. Capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse.

2. f. Capacidad para hacer cosas pesadas o minuciosas.

3. f. Facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho.

4. f. Lentitud para hacer algo.

5. f. Resalte inferior del asiento de una silla de coro, de modo que, levantado aquel, pueda servir de apoyo a quien está de pie.

6. f. Bollo redondo y muy pequeño hecho con harina, huevo, almendra y azúcar y cocido en el horno.

7. f. Tolerancia o consentimiento en mengua del honor.

Vamos a quedarnos con las cuatro primeras; de bollos de harina hablaremos otro día…

El término paciencia tiene su origen en el latín (patientia), en concreto deriva del vocablo pati (“sufrir”), herencia a su vez del griego pathos. Si te fijas comparte raíz con la palabra paciente (de hospital) que significa “el que sufre”.

Tanto por lo que dice la RAE como por su etimología parece que la paciencia se relaciona con sufrir. Sin embargo, desde el punto de vista que quiero tratar, aprender a ser paciente es el primer paso para aliviar el sufrimiento. Lo común, si preguntáramos a pie de calle, es definir la paciencia como la capacidad de esperar a que las cosas ocurran, sin anticiparse ni angustiarse. ¡Cuidado! No tiene nada que ver con el conformismo, apatía, comodidad o vagancia, que son actitudes pasivas. La paciencia tiene una connotación positiva porque implica dejar que los acontecimientos ocurran cuando tienen que ocurrir sin perder los nervios por querer que se anticipen.

Se distinguen tres formas de paciencia:

  1. Ante las personas: cuando conservas la calma ante una persona que se siente molesta, irritada o te saca de tus casillas.
  2. Ante las situaciones del día a día: recibir un Whastapp que te molesta, la espera del autobús… reprimir el enfado ante cualquier asunto cotidiano que te irrite.
  3. Ante las adversidades de la vida: capacidad de ser positivo y ver más allá cuando vives alguna situación difícil. 
Las prisas no nos dejan ver la belleza del bosque

¿Por qué la paciencia es algo positivo?

En mi opinión es un valor —o virtud si lo prefieres— porque, si te fijas, lo más importante de la vida no es inmediato, necesita tiempo. Desde una cosecha hasta un embarazo o ganar el Roland Garros. Todo los procesos que valen la pena son una combinación de acción y saber esperar.

La paciencia es una actitud necesaria para vivir en el aquí y ahora, disfrutando del momento presente, viviéndolo, sintiéndolo y siendo consciente del mismo cada momento de la vida.

Cuando hablo de impaciencia el primer ejemplo que suele venirme a la cabeza es un niño que no es capaz de esperar a que le compres una piruleta al día siguiente; o al famoso “cuando llegamos” a los cinco minutos de subirlos al coche para un viaje de tres horas. Para ellos todo tiene que ser ahora. Ser paciente es, por tanto, un rasgo de madurez. 

Sin embargo, tú corres porque te han dicho que el tiempo es oro y sí, lo es, por eso precisamente deja de correr y disfruta del tiempo dejando que las cosas sucedan a su ritmo.

He destacado la frase de Carlos García Portal al principio porque yo también creo que la paciencia lo resuelve (casi) todo.

Las consecuencias positivas de entrenar la paciencia son:

  • La paciencia te hace ser perseverante.

Un error o un fracaso no te hacen retirarte de tu proyecto. Pienso ahora en todos los ejemplos de escritores que han sido pacientes hasta lograr que una editorial les haga caso (sí, Harry Potter es el que siempre se cuenta). ¿Te imaginas si J.K.Rowling no hubiera tenido paciencia lo que nos hubiéramos perdido? O voy más allá: los textos que seguro no hemos disfrutado porque sus autores tiraron su trabajo frustrados por su impaciencia.

Roma no se conquistó en un día

  • La paciencia reduce la ira.

La impaciencia puede llevarte a la frustración por no conseguir lo que quieres y a la ira si pierdes los nervios durante una larga espera (piensa en la lentitud de la burocracia, en los pacientes que agreden al médico tras una larga espera, etc.). Además puede hacerte decir cosas de las que luego te arrepientes. Si eres capaz de vivir estas situaciones sin desesperar y con amabilidad, seguro que recibirás un mejor trato, porque la otra persona estará sufriendo también las consecuencias del sistema, por ejemplo. De nada te sirve liarte a dar puñetazos al sofá por un ataque de ira al no satisfacer esas prisas. La impaciencia provoca  irritabilidad por no dejar que las cosas fluyan como deben mientras que la paciencia es aprender a armonizarte con el flujo de las cosas.

La paciencia es un árbol de raíz amarga pero de frutos muy dulces.

(Proverbio persa)
  • La paciencia te hace más tolerante.

Si eres capaz de esperar cuando el coche de delante se toma su tiempo para aparcar incapaz de hacerlo al primer intento, no solo no le transmites los nervios a esa persona —dificultando su tarea— sino que te evitas un momento desagradable para ti provocado por el estrés o la ansiedad. Ya que tienes que esperar, que no hay otra opción, ¿por qué no hacerlo de manera agradable para todos o, al menos, para ti? Desesperarte y jurar en arameo no es bueno para tu salud. Sé egoísta y piensa en ti. Aplica el ejemplo a cualquier otra situación: niños que te molestan, ponerte en la cola del cajero novato… ponte en su lugar y busca alguna alternativa para disfrutar del momento (¿una respiración consciente por ejemplo?). Serás más feliz.

No por mucho madrugar amanece más temprano

(Refranero español)
  • La paciencia te hace ser más asertivo

y, además, te permite practicar la escucha consciente —un gran ejercicio de mindfulness informal—. La impaciencia nos lleva a menudo a hablar por encima del otro, sin esperar a que acabe ya estamos argumentando. Esto provoca falta de comunicación y riñas verbales que pueden acabar en peleas. Saber escuchar es una virtud que se aprende con paciencia. La tolerancia de la que hablábamos en el punto anterior es consecuencia de una escucha consciente y asertiva: no piensas igual pero no te dejas llevar por tus impulsos y dejas que los demás se expresen. Y con paciencia esperas el momento para dar tu opinión, sin ira.

La paciencia es el camino a la sabiduría.

  • La paciencia te enseña a ser el director de tu mente.

Es decir, que tú tienes el control y eres capaz de decidir la respuesta no reactiva que quieres dar ante cada situación. Los practicantes de mindfulness saben que esa capacidad de decisión apenas dura menos de un segundo cuando la entrenas, pero es suficiente para no dar respuestas automáticas ni reactivas. Otros lo llaman «mantener la cabeza fría»: no bloquearte ante una situación límite y ser capaz de tomar decisiones sin dejarte llevar por el miedo, los nervios, la impotencia… es característico de las personas que han cultivado la paciencia. Aunque no hace falta que ocurra algo grave. El autocontrol se demuestra en pequeñas cosas como saber esperar al momento para realizar ciertas acciones. Se entrena posponiendo el placer (ese pastelito que lleva tu nombre) o determinadas situaciones (esa historia de una persona que el viernes recibe una carta de Hacienda justo cuando se va de fin de semana y dice: «ya me preocuparé el lunes». Si abres el sobre fastidias el fin de semana inútilmente porque hasta el lunes no puedes responder). En este sentido, la paciencia te da la capacidad de decidir cuándo es mejor para ti —y para tu felicidad y bienestar— actuar para conseguir tus objetivos.

La paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia, la debilidad del fuerte.

Immanuel Kant
  • La paciencia alarga la vida.

Las personas que son más pacientes suelen sentirse más satisfechas con la vida, experimentan emociones más positivas y muestran mayores niveles de esperanza y autoestima. Además, las personas que son más pacientes experimentan por lo general un mayor éxito en el logro de sus objetivos porque, aunque les suponga un mayor esfuerzo, están más satisfechos con su progreso.

Quien tiene paciencia, obtendrá lo que desea.

Benjamin Franklin

Por tanto, la paciencia es una cualidad que te permite pasar por situaciones caóticas sin derrumbarte, educar sin gritos y aceptar a otras personas sin deprimirnos, entre muchas otras cosas.

Cómo entrenar la paciencia

Si te he convencido de que cultivar la paciencia hará germinar en ti muchos valores diferentes, todos positivos, deberías empezar a entrenar.

Pero no creas que desarrollar la paciencia es un camino fácil. Desde luego, no es imposible si te lo propones y le dedicas algo de esfuerzo. Tienes que romper con la costumbre que te lleva a reaccionar aceleradamente y convertir la pausa en un hábito.

Algunas pautas para llegar a ser más paciente son:

  • Identifica qué es lo que te hace perder la paciencia. Varía de unas personas a otras: ¿que te pite el coche que llevas detrás? ¿las largas colas del supermercado? ¿el ruido?
  • Respira. Sí, ya es un clásico en este blog. Es como el bálsamo que cuida del cuerpo y de la mente. El oxígeno es uno de los nutrientes más importantes del cerebro. Por ello, todo lo que tiene que ver con la respiración repercute en  el buen funcionamiento del interior. Practica cada día una meditación o ejercicio de respiración consciente: Respira contando hasta diez al inhalar y de nuevo hasta diez al exhalar durante al menos diez minutos. Es el ejercicio más básico. Te ayudará a ir creando ese espacio en la mente que te hará ser menos reactivo y más paciente. Esta debe ser una práctica diaria.
  • En el momento de una discusión o cuando notas que no eres paciente en una conversación, recurre al ejercicio anterior y respira contando hasta diez antes de responder. Al hacer esta pausa antes de hablar, es menos probable que digas algo de lo que te puedas arrepentir. Ten en cuenta el tono: cuando las personas son impacientes, tienden a ser irritables y se nota en el tono de la voz. Escucha conscientemente y reconoce las aportaciones de los demás, aunque no sean de tu agrado. Al hacerlo, te sitúas en la generosidad y en la tranquilidad, tanto con los demás como contigo. De esta forma estás regando el cultivo de la paciencia. 
  • Actúa de la misma manera si sientes que vas a saltar en una situación determinada llevado por la impaciencia.
  • Ejercita el ponerte en el papel de los demás. Cuando alguien te saque de tus casillas reflexiona un momento sobre su situación; tal vez tenga un problema importante y tu actitud no hace más que hacerle sentir peor. En mindfulness informal practicamos el método Talco (aprendido en clase de Belén Colomina) del que ya te he hablado anteriormente. Puedes practicar a diario con la gente que te cruzas y repite para ti mismo: «esa persona tal como yo quiere ser feliz; esa persona, tal como yo, tiene problemas, etc.». 
  • No juzgues. La crítica y la queja gastan mucha energía. Cuestionar continuamente lo que deberían hacer los demás (o tú mismo) hace crecer la tensión y la hostilidad. La consecuencia es la intolerancia que es enemiga de la paciencia. Aceptar a los demás tal y como son es fundamental para regular el equilibrio interno. No juzgar y aceptar son fertilizantes en el cultivo de la paciencia.
  • Poco a poco ve cambiando de hábitos mentales. La paciencia hay que cultivarla con mimo y paso a paso. Evita en lo posible los pensamientos negativos (te oigo decir «como si fuera tan fácil»). La próxima vez que te quedes atrapado en un atasco o estés en una cola interminable, date cuenta de cómo crece la irritabilidad y decide cambiar el pensamiento. Aprovecha esos momentos para algo creativo, aunque tengas prisa, no puedes hacer nada por cambiar la situación, ¡aprovéchala! Deja de poner el foco en lo negativo y, sin recurrir al móvil, practica el estar presente, observa, crea pensamientos positivos. No recurras a la distracción del móvil porque los efectos no son buenos. Sí, te distraes, pero estás evitando la frustración, no trabajando con ella para ser más paciente. Al permitir que la tecnología te entretenga no practicas la habilidad de la paciencia que necesitarás en momentos más complicados.
  • Dale un toque slow a tu vida. Sí, mola la sensación del viento en la cara cuando vas al límite por la autopista, pero… ¿por qué no pruebas a ir más despacio de vez en cuando? Podrás disfrutar de otras cosas y no solo de la velocidad. Lleva esta actitud a todo lo que hagas: no uses siempre la olla rápida, de vez en cuando guisa a fuego lento y observa cómo se transforman los alimentos; pasea; juega sin mirar el reloj, construye un puzzle gigante, pasa unos días en un pueblo… Baja la velocidad cuando sientas que te aceleras. Las prisas no son buenas.
  • Retrasa el momento del premio. Hace no tantos años teníamos que esperar una semana para ver el siguiente capítulo de una serie y hace unos cuantos más las novelas se vendían por fascículos. Ahora, con las plataformas de televisión, puedes verte todos los capítulos de una temporada de tu serie favorita de una sentada. Los niños piden «una más, una más…» porque pueden hacerlo. No quieren esperar. Está en tu mano entrenarlos y entrenarte esperando como mínimo al día siguiente para ver otro capítulo.  Y así con el resto de las recompensas que te quieras dar. Si eres muy compulsivo te costará más; ve poco a poco. Pon delante de ti ese postre tan deseado y dile: «diez minutos y voy a por ti». No es sufrir por sufrir, en serio. Es un ejercicio que te dará resultados positivos cuando necesites ser paciente en otros momentos.
  • Recuerda tu intención (otro clásico del blog). Cuando algo te frustra recuerda el propósito que te llevó a intentarlo, esa meta más lejana, y date cuenta que es parte del camino. Las pequeñas piedras no son suficientes para dejar de caminar; no les des ese poder. Tu propósito es más grande y poderoso. Ser paciente es saber que hay algo importante para ti más allá de este momento. Dedica ratos a reflexionar sobre ello. Esas piedras pueden ser preguntas sobre el motivo de trabajar más horas, de apartar parte de la nómina para ahorrar en vez de irte de compras, de tener que soportar a un compañero irritante, de no acudir a un concierto porque tienes que estudiar, de tener que dedicar tiempo a algo que te gusta poco porque es necesario para llegar a tu meta. Sabes que el camino es largo, los atajos son mala solución muchas veces: relájate con ese pensamiento y actitud paciente. El tiempo, saber esperar el resultado, te premiará. Y además ganarás en salud y bienestar.

Gota a gota, el agua taladra la piedra.

En resumen, para cultivar la paciencia, es necesario que bajes el ritmo, ser consciente del momento presente y vivirlo tal cual es, siguiendo unos hábitos saludables. Acompaña a la vida ajustándote a su ritmo, y no al revés, no quieras que la vida se ajuste a tus deseos y prisas. Tranquila, que todo llega. No pretendas que sea de otra manera.  Que la vida siga su ritmo es lo mismo que dejarla fluir mientras tú manejas el timón tomando las decisiones, eligiendo y renunciando conscientemente mientras te diriges a tu meta. No te paras (resignación) ni te aceleras (impaciencia). Fluyes con la vida acompasando tu ritmo con el suyo. 

Vale la pena cultivar la paciencia. Cada día. No lo dejes en un intento. Como cualquier otra habilidad, cuanto más la entrenes más la fortaleces.

“La paciencia no es simplemente la capacidad de esperar, es cómo nos comportamos mientras esperamos”.

Joyce Meyer
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Notas: *Judith Orloff « Libertad emocional».

Fotos propias de Suiza excepto la última de Jennifer Pallian vía Unsplash

8 Comments

  1. Cristina Bou
    5 octubre, 2019

    Pilar, creo que de todos los post que he leído tuyos, este es uno de los que más me ha servido, y más voy a intentar interiorizar. Ya sabes que yo tengo prisa por llegar, a todo y constantemente. Así que muchas, muchas, muchas gracias

    Responder
    1. Pilar Navarro
      9 octubre, 2019

      Gracias a ti. Me alegra ayudarte. Tómatelo con calma 🙂

      Responder
  2. jorge ospina
    23 junio, 2020

    Hola Pilar, que hermoso tema, soy una persona muy impaciente y todo lo que acá dice es cierto y en parte me cayó a mi. Es hora de empezar a trabajar en este tema y buscar ese cambio positivo del que hablas aquí. Gracias, mil gracias este articulo a levantado mi animo..

    Un abrazo.

    Responder
    1. Pilar Navarro
      23 junio, 2020

      Me alegro de que te ayude. Ya sabes que hay que persistir y ser constante para notar resultados. Es un cambio de hábitos. Un saludo

      Responder
  3. Gorka mikel
    3 noviembre, 2020

    Hola, buenos días,
    Me ha resultado muy útil y agradable leer este texto. Supongo que el tema me enganchaba lo suficiente por sentir (creer?) que lo necesitaba de “inmediato”. Pero además supongo que he recibido una parte del cariño que has puesto en su elaboración. Diría que has tratado el tema con sinceridad y respeto. Así que te agradezco tu trabajo. Un saludo

    Responder
    1. Pilar Navarro
      3 noviembre, 2020

      Hola, Gorka: Muchas gracias por tus palabras. Son de los mensajes que animan a seguir trabajando. Te aseguro que sin cariño no podría escribir nada. Gracias por apreciarlo. Un saludo

      Responder
      1. Fátima
        11 noviembre, 2020

        Me ha resultado súper útil. Ahora a ponerlo en práctica. Muchas gracias, Pilar!!

        Responder
        1. Pilar Navarro
          12 noviembre, 2020

          Gracias, Fátima. Me alegro. Poco a poco y con práctica todo (o casi) es posible. Un saludo, P.

          Responder

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