¿Quieres hacer mindfulness conmigo?

¿Quieres hacer mindfulness conmigo?

Sinceramente, espero que tu respuesta sea un rotundo no.

“¿Cómo que no?, pero ¿es que te has vuelto loca?, ¿no quieres clientes a los que ayudar?”- te preguntarás.

Sí, sí, claro que los quiero. Pero si sigues mis publicaciones o ya conoces lo que significa mindfulness, sabrás el porqué de esa respuesta. Y si no lo sabes, no pasa nada, enseguida lo aclaro.

Y es que mindfulness no se hace.

Mindfulness es una forma de vida consciente, despierta, activa, sencilla, plena y valiente. Es VIVIR, con mayúsculas, dándonos cuenta de que vivimos. Es decir, es más que respirar.

Sí, sí, ya sé que es una manera de hablar y que muchos de los que dicen “hacer” mindfulness piensan como yo. Vale, no pasa nada. Lo entiendo pero no por ello quiero dejar de aclararlo. Porque hay mucha gente que lo está conociendo ahora y hay mucha gente también que se aprovecha de la moda poniendo la palabra mindfulness a lo que no es. Ya hablamos de la moda del mindfulness y de lo que no es mindfulness en este blog.

Practicando mindfulness

Lo que se “hace” son las prácticas formales (meditación) o informales (actos cotidianos que nos ayudan a estar presentes). Son el “entrenamiento” de la mente y del cuerpo. Siempre lo comparamos con el gimnasio: igual que entrenas tu cuerpo con ejercicios en el gimnasio para ponerte en forma (lo que no se consigue con “querer” estar en forma ni con una sola vivita al gimnasio), tienes que entrenar tu mente para llevar una vida mindful.

No basta con leer lo bueno que es y querer vivir con atención plena, para que esto se consiga. Hay que entrenar. Eso es lo que se “hace”: meditar y practicar. Sin práctica no pretendas sentir sus beneficios.

  • “Es que a mí esto del mindfulness no me funciona”.
  • Ah, vaya. ¿Practicas?
  • “No mucho, a veces, cuando tengo tiempo, quizá un día al mes. Hice un curso de 8 semanas que fue bien, pero ahora….”.
  • (…)

Por tanto, vivir con atención plena (traducción que se le ha dado al término mindfulness), sólo se consigue siguiendo una disciplina de entrenamiento (validada por muchos estudios neurológicos) basada en la meditación y en la observación consciente del momento presente. La combinación de ambas es lo que nos ayuda a vivir en equilibrio y a saber dirigir el foco de nuestra atención conscientemente.

Lo primero que observamos cuando empezamos a practicar, es que nuestra mente va muy deprisa, siempre generando nuevos pensamientos (ese es su trabajo y es genial), a veces a tal velocidad que pasamos de una cosa a otra mentalmente sin tiempo de reaccionar. No disfrutamos del presente porque nuestra mente está o juzgando, o rememorando el pasado, o preocupada por algo que no ha ocurrido contándose historias, a veces imposibles. El famoso “y si…”. ¿Te das cuenta de cuántas películas nos montamos sin venir a cuento?.

Esos pensamientos producen emociones que se reflejan no sólo en la mente, si no también en el cuerpo. La práctica de mindfulness dedica mucha atención al cuerpo y a su respuesta antes las emociones y pensamientos. Practicando las diferentes técnicas nos damos permiso para sentir de forma directa lo que está ocurriendo en este momento. Somos conscientes de nuestra realidad de manera que respondemos de forma consciente a lo que sea que nos ocurra: estrés, alegría, tristeza, miedo…. Nos entrena para dar una respuesta consciente y no automática o impulsiva.

Los que practicamos mindfulness hablamos de crear un espacio entre nuestros pensamientos y emociones y la respuesta que damos. Un espacio que, con la práctica, se hace imperceptible para los demás. Es algo sutil. Una respuesta consciente, “meditada”, que solo es posible con la práctica continuada.

Y ahora cambio la pregunta: ¿quieres entrenarte para llevar una vida mindful conmigo?.

No te prometo la felicidad absoluta, porque vivir conscientemente implica darse cuenta de lo bueno y de lo malo que te ocurre. Te prometo vivir con plenitud las alegrías y las penas. Si alguien te promete que con mindfulness vas a vivir en un estado de felicidad continúa y eterna, no lo creas. Sufrirás menos porque serás consciente de lo que te ocurra, porque te comprenderás y entenderás, porque relativizarás al saber que todo pasa, la alegría y la desgracia, que vivimos en constante cambio y que todo fluye. Sufrirás menos porque no te apegarás ni al pasado ni a las alegrías. Disfrutarás de ser quien eres.

No es un camino fácil. Desconfía del que te lo prometa. Hay que trabajar y hay que confiar. La practica es fundamental. Sin prisa, a tu ritmo y sin cambiar de vida. Disfrutando del camino sin pensar en metas ni objetivos. Porque la única meta, el único objetivo que todos tenemos es el de ser felices, ¿tú no?. Y la felicidad no se consigue, a la felicidad no se llega. La felicidad se vive, la llevamos con nosotros. La felicidad está en el camino. Sólo hay que saber mirar.

A mí mindfulness me ha enseñado a mirar. Habrá otras maneras, habrá otros caminos, habrá otras técnicas. Y me hace feliz que cada uno encuentre el suyo.

Si quieres que mindfulness sea tu camino, aquí encontrarás orientación, consejo y acompañamiento. ¿Te vienes?

 

(Foto: Franck Mckenna)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Scroll to top