Una historia real sobre aceptación
La aceptación es una cualidad muy cuestionada por los que se inician en mindfulness. La razón es que a menudo se confunde aceptar con dejarse vencer o rendirse. Nada más lejos del sentido que tiene. Se trata simplemente de reconocer lo que eres. Extendiéndolo un poco más: lo que sientes, lo que tienes, lo que vives, lo que te ocurre, es decir, la situación de la que partes aquí y ahora para seguir avanzando en tu camino.
Esta mañana he escuchado una historia en la radio que puede servir de ejemplo.
Es la historia de un padre que se avergonzaba de su trabajo. Su anhelo era que sus dos hijas pudieran estudiar en la Universidad y tener una vida mejor que la suya. Para ello, puso todo su empeño en que las niñas no se enteraran de su trabajo real y en ahorrar todo lo posible para pagar sus estudios.
¿Que a qué se dedicaba? Limpiaba las basuras de las alcantarillas en Bangladesh, su país.
Cada día, al terminar su jornada, se duchaba en los baños públicos, se desprendía de todo resto de basura y desperdicios de otros y se vestía con ropa limpia para llegar a su casa fingiendo volver de un trabajo distinto en el que los aromas fueran de tinta y de papel.
Y llegó el día en el que tuvo que matricular a su hija mayor en la Universidad. Ese día en el que su alegría por estar rozando su sueño, se truncó en desesperación al comprobar que no había ahorrado lo suficiente para poder pagar la matrícula. Se quedó taciturno sentado en una acera de una calle cualquiera, sin ir a trabajar, llorando desesperado y sin saber qué hacer.
Al día siguiente volvió a su trabajo, disimulando ante sus hijas, como siempre. Y al llegar, se encontró con que todos sus compañeros, durante el día que había estado ausente, recogieron dinero de sus propios ahorros para que pudiera hacer frente al pago de la matrícula.
Ese día se dio cuenta…
… de lo grande que eran sus compañeros, esos a los que no saludaba cuando estaba con sus hijas para que no lo relacionaran con “ese” trabajo. Se dio cuenta de lo maravilloso que era tener trabajo. De que no importaba que el dinero viniera de limpiar la basura ajena. De lo grande y maravilloso que puede ser un corazón humano, trabaje en lo que trabaje. Y eso es lo que importa: las personas. Sin etiquetas.
A partir de ese día, nunca más se escondió.
Aceptó quién era.
Si hubo un final feliz o no, no lo sé. No lo han contado en la radio. Sin embargo estoy segura de que aceptarse le daría la fortaleza necesaria para seguir amando a esas hijas sin velos, sin escondites, sin disimulos. Y vivir así, en la aceptación, nos hace a todos ser más felices.
¿Y tú?
Nuestro personaje tuvo que sufrir para darse cuenta, después de años y años de lucha consigo mismo. Tú no tienes necesidad de llegar a ese extremo. Ahora mismo puedes empezar. Las personas que no se aceptan o no aceptan sus circunstancias, son menos felices. Para cambiar esas circunstancias sin rendirse, lo primero es aceptar. Si no sabes cómo y me preguntas, ¿qué te voy a decir?: Mindfulness es lo que a mí me ha ayudado a abrir los ojos. Si quieres probar, ya sabes. Está a tu alcance.
Gracias por compartir si piensas que esta historia puede servir de ayuda a alguien.
Nota: la historia, verídica, la he escuchado en la radio muy brevemente contada. Toda extensión ha sido creación mía.
Foto: Pixabay