Se habla mucho de tolerancia a la frustración cuando yo creo que es mejor hablar de aceptación o, incluso, de gestión.
Gestionar la frustración de forma positiva puede marcar la diferencia entre conseguir una meta o rendirte para siempre. Así de importante es. El término tolerar me lleva a una sensación de apatía, de resignación, mientras que aceptar o gestionar tiene una implicación de acción. Es mi interpretación personal. Cuéntame la tuya en comentarios.
Frustración y fracaso
Frustrar es privar a alguien de lo que esperaba, según la RAE. Esto puede tener muchas connotaciones. El estudio de la tolerancia a la frustración desde la psicología puedes leerlo en esta entrada de Psicología y Mente: ¿Qué es la frustración y cómo afecta a nuestra vida? El punto de vista del que hablo en este espacio es el de la atención plena.
No me gusta hablar de fracaso. Si lo traigo hoy al blog es porque en estas últimas semanas he conversado con compañeras que han visto fracasar proyectos (un Patreón, un crowfunding, la venta de un curso tras ofrecer un adelanto gratis para darlo a conocer, varios presupuestos no aceptados, mínimas ventas en libros publicados, clientes que no responden…) Me he acordado de una coach que fue a dar una charla a la que no se presentó nadie. Tras el primer desplome interior, fue capaz de darle la vuelta y enseñarlo en sus redes sin avergonzarse.
Estas situaciones generan una gran frustración y hay que estar preparada para tolerarla, es decir, para vivirla de manera que sea un aprendizaje y no la causa de la rendición:
- Porque hay mucho trabajo detrás de cada acción y eso te fastidia.
- Porque tendemos a echarnos la culpa.
- Porque podemos sentir que no somos interesantes para nadie.
- Porque sabemos que el fracaso es la otra cara de la moneda del éxito y, aún así, no podemos dejar de sentir frustración.
¿Es importante tolerar la frustración?
Lo importante es que sepamos dónde está nuestra responsabilidad (que no culpa) y que nos sirva para darnos cuenta de qué podemos mejorar o cambiar. Quizá fue solo que no hemos elegido el momento adecuado, o el cliente idóneo, que no conocemos nuestro mercado o que no hemos planificado todo. O quizá no sea nada de eso.
¿Cómo podemos gestionar esta situación interna que ni siquiera sabemos con certeza si es por culpa nuestra o de los demás? ¿Cómo podemos tomar las riendas de la frustración y colocarnos por encima de ella para que no nos bloquee?
Asumir que somos los responsables de la propia frustración (sin culpa) significa que tenemos que ver cómo estamos creando esa frustración, porque no podemos olvidar en este punto que nadie tiene el poder de hacerte sentir de una u otra manera; es nuestra actitud ante lo que nos sucede lo que origina esa sensación. Por supuesto que tendremos motivos más que suficientes para sentir tristeza, ira, decepción o frustración, pero una vez que lo reconocemos no nos podemos permitir quedarnos en ese estado. Vivir consciente y en equilibrio supone que debemos cambiar ese patrón.
El primer paso es saber de dónde viene
En el caso de la frustración puede suceder de dos maneras:
1. Debemos observar si, con nuestra actitud, estamos contribuyendo a la dinámica que crea la situación que nos produce frustración. Al margen de que el hecho o comportamiento de los demás sea frustrante, ¿existe la posibilidad de que nuestra actitud haya alentado ese comportamiento? No se trata de echarnos la culpa, al contrario, tratamos de observar si lo que estamos haciendo nos ha conducido a esa situación. Es la mejor manera de poder corregirlo.
2. Nuestras creencias, es decir, cuando la interpretación que damos de lo sucedido se basa en experiencias y comportamientos pasados en los que prima la frustracion. Se trata de observar si, cuando estamos frustradas, es porque lo interpretamos desde un papel victimista, porque «siempre fracaso» o «todos me dan la espalda» o… , sin tener en cuenta que los demás tiene su propia historia. Puede ser que su comportamiento no tenga nada que ver con nosotros. Nuestras experiencias pasadas conforman un mundo creado por nosotras mismas. ¿De verdad esta situación ha sido para tanto? Vamos a mirarla con otros ojos.
¿Cómo interpretas tus momentos de frustración? ¿Los alargas sientiendo que eres una fracasada o son instantes que superas mirando más allá?
La práctica de la atención plena puede ayudarnos
Es mi caso: he aprendido a asumir mi responsabilidad personal (que no culpa). Puedo entender el comportamiento de los otros ante mi situación y reconocer que su percepción y experiencia es diferente.
Puedo sentirme abrumada por no haber conseguido la meta. Con la práctica de la atención plena he aprendido que puedo sentir esa frustración y observarla para entender antes de comenzar de nuevo. Me doy permiso para sentirme así. Soy vulnerable. Y es esa aceptación lo que me permite no quedarme en ese estado de frustración o fracaso. Ese es el primer paso para reiniciar el camino. No debemos olvidar que las cosas no suceden siempre cuando queremos pero que si preparamos el camino y ponemos los medios es más fácil que sucedan. Preocúpate de lo que puedes controlar. No eres responsable de todo lo demás.
Con la responsabilidad no hay culpa.
Entrena tu mente ante la frustración
Con cada proyecto nos planteamos unas metas y objetivos que, inevitablemente, nos generan unas expectativas deseadas, aunque no queremos reconocerlas. La mente sueña en lo que desea conseguir. Y cuando no lo conseguimos es cuando nos frustramos.
Deja que la mente sueñe, no es malo, pero siempre con los pies en la tierra, en tu aquí y ahora. No quiere esto decir que seas pesimista. Sé realista: ten en cuenta que puede ocurrir tanto una cosa como su contraria. Enfócate en lo que puedes controlar.
Una mente entrenada y enfocada es más realista.
Si has fracasado en algo, vive la frustración como algo pasajero. Acéptala. No te estanques en ese estado.
Eres más, mucho más, que ese fracaso. ¿Seguimos?