Lee estas seis razones. Quizá descubras por qué:
Tienes claro que quieres meditar. Has leído o escuchado los muchísimos beneficios que tiene hacerlo y crees que te va a venir genial. Empiezas, por tu cuenta o haciendo un curso. Los que ya lo han probado te cuentan maravillas. Pero……….. tú no lo vives igual. Unos días se te olvida, otros días meditas pero la mente se te va a otra cosa, otras veces vas con prisa, o lo haces siguiendo la teoría al pie de la letra y aún así no progresas…
O eso crees…
¿La meditación no es lo que esperabas?
Antes que nada debes saber que no estás solo. Le ocurre a muchos. A mí también. Incluso llegué a decirle a mi instructor en una ocasión que sentía que estaba perdiendo el tiempo (y el dinero).
Recuerda que meditar es meditar. No cabe preguntarse si lo hago bien o mal, porque no hay mal meditador. O meditas o no meditas. No hay más opciones. Quizá, si te sientes algo frustrado, es que en realidad no estés meditando; sólo pensando o relajándote.
Como ésta es una cuestión que sale bastante en los cursos y charlas, voy a comentarte algunas posibles razones por las que quizá no estés realmente meditando. Revísalas y me cuentas si te ocurre alguna de ellas.
1.-No eres constante
Si bien lo ideal es practicar todos los días para que de verdad sientas un impacto positivo en tu vida, esto no es obligatorio como vimos en este post. Cuánto más practiques, antes notarás los efectos de la meditación. Si estás practicando una vez a la semana o al mes, apenas notarás algo más que un momento de relajación corporal y mental: No es que esté mal, es que es insuficiente.
Incluye un rato de meditación diaria en tu planificación semanal (si utilizas el Bullet Journal es fácil). Al principio puede ser tan sólo de 5 o 10 minutos que irás incrementando conforme adquieras el hábito.
Diez minutos de meditación al día es mejor que una hora seguida dos veces a la semana.
Igual que sabes que cuando vas al gimnasio necesitas constancia para que el entrenamiento de tu cuerpo se note (si apenas vas una vez al mes no lograrás la tableta de chocolate), con la mente pasa igual. Además, los patrones de pensamiento están tan arraigados en nosotros, que debemos ser muy constantes para que el entrenamiento mental que es la meditación dé sus frutos.
Busca cualquier lugar o momento para hacerlo. Algún día he meditado disimuladamente en el parque mientras mis hijos jugaban, e incluso en la peluquería durante los diez minutos que me dejan la mascarilla en el pelo. Sé que hay días que es difícil encontrar el momento adecuado. Por eso, no lo busques, no pospongas, no te dejes llevar por los quehaceres y ponte a meditar.
Poco a poco lograrás el hábito. Y si pasas por momentos de frustración, no pasa nada. Descansa y vuelve a empezar unos días después con mayor determinación.
2.- Esperas resultados inmediatos
Como decíamos al principio, has empezado a meditar porque has oído o leído sobre sus muchos beneficios. Y los quieres todos. ¡Y los quieres ya!
No es buena idea ponerse objetivos. La meditación por sí misma es un objetivo. Y no debería haber más. Entrenar la mente con la meditación es un acto más de los que debes hacer para estar más saludable (ejercicio, comer bien, dormir…). No busques nada más.
Y como cualquier entrenamiento, irás notando sus efectos poco a poco. No tengas prisa. Mindfulness es una forma de vida. Y no hay que buscar nada más que eso, vivir de manera saludable y feliz. Es un trabajo diario y gratificante en sí mismo.
Deja de buscar. No te pongas expectativas que lo único que hacen es limitarte y frustrarte. Medita y disfruta de ese momento sin más preocupación.
3. Meditas sin preparación
No basta con sentarte y darle al play de un audio. Debes preparar tu mente para el momento y también el cuerpo, ¿por qué no? Unos estiramientos antes de sentarte, o unos minutos de yoga, Pilates.… Un poco de ejercicio ayuda a poner la mente en condiciones para que la meditación sea más placentera. Con esos minutos de preparación es más probable que no te dejes llevar por pensamientos y rumiaciones.
A veces ocurre que paramos para meditar de golpe y, al parar, es cuando la mente se nos llena de ideas, planes, pensamientos diversos. Al parar la mente encuentra un buen momento para “decirte” esas cosas que no ha podido porque estabas atento a otros asuntos. ¡Es genial! La mente encuentra de pronto un momento para hablar sin parar porque tú estás quieto y “presente”. Para no darle pie a esa cháchara conviene preparse antes. Si no tienes tiempo para unos ejercicios de yoga o Pilates, unos cuantos estiramientos mientras te preparas mentalmente son suficientes. Otra forma es empezar con una práctica de meditación de anclajes (atención a la respiración por ejemplo) y luego seguir con otra o, simplemente, meditar en silencio.
4. No sabes qué técnica es mejor
La meditación “pura y dura” sería quedarse en silencio acallando la mente y sintiendo la presencia del cuerpo y sus sensaciones en el momento presente. Para llegar a ese estado hay que practicar mucho. Para practicar mucho hay disponibles muchas escuelas y técnicas. Y tú estás tan entusiasmado que has probado varias y ahora estás hecho un lío y no sabes cuál escoger.
Cuando pruebes con una, practícala durante varios días para observar las diferencias que sientes cada vez que la haces. Ya tendrás tiempo de probar otras.
Déjate guiar sin enjuiciar, analizar o comparar. Se trata de que sientas. Nada más.
Cuando ya lleves tiempo practicando y tengas muchas opciones para elegir, verás como, al sentarte, el cuerpo te pide una u otra. A veces necesitas Metta, otras veces simplemente estar en silencio, o si tienes un dolor prefieres Tonglen, o… ¡Paciencia! No hay que probarlo todo de golpe. Lo que mejor se adapte a ti y te haga sentir bien es lo que debes seguir. No tires la toalla porque un tipo de meditación no te guste; prueba otras, cambia incluso de instructor o de centro hasta que encuentres lo que mejor se adapta a ti y a tus circunstancias.
5. Durante la meditación dudas si lo haces bien o no
Ya os he hablado de esto en varias ocasiones. Precisamente porque cuidas tu práctica y quieres mejorar, caes en el soberanálisis y en la constante autoevaluación. En los grupos se da mucho que, cuando el instructor pregunta cómo ha ido una meditación, las respuestas son “creo que no lo he hecho bien porque…”. Y la pregunta no va por ahí. Durante la meditación a veces nos perdemos en preguntas cuestionándonos si se hace así o no.
¿Qué está pasando? Que estamos rumiando y ocupando nuestra mente con nuevos pensamientos de autoevaluación, y como pensamientos que son, vamos a dejarlos pasar sin entrar en ellos.
Recuerda: Meditar es meditar, no se hace ni bien ni mal; se hace.
Cuando lees un libro ¿te preguntas si estás leyendo bien o mal? De niño, cuando aprendías, quizá cometías algún error, pero leer, leías. Y ahora, tras años de leer y leer, ni te lo planteas. La práctica de la lectura diaria no hace que leas mejor que nadie; simplemente lees. Una vez aprendiste la técnica básica en el colegio, y ya solo se trata de seguir leyendo. La meditación sigue el mismo proceso. No gastes energías en analizar si lo haces bien o mal. Simplemente hazlo.
No obstante, no te quedes con tus dudas e incertidumbres. Busca un buen instructor, si no lo tienes ya, habla con tu grupo de meditación o asesores on-line como Viviendo Mindful y pregunta todo lo que necesites. Estamos para ayudarte. Y dialogando es como mejor aprendemos todos, unos de otros.
Recuerda que cada vez que te des cuenta de que te distraes y tomas la iniciativa de volver a la respiración (o al objeto que hayas escogido para meditar), es que estás practicando meditación. Si te dejas llevar por esa distracción, idea, sonido, duda, etc., entonces simplemente estás pensando.
De lo anterior puedes concluir que, efectivamente, no debes reñirte por distraerte. Cien veces te des cuenta de la distracción o del pensamiento que viene, cien veces te alegras y lo dejas pasar volviendo tu atención al objeto de la meditación. No te juzgues ni riñas por distraerte.
Felicítate por darte cuenta porque ahí está la clave de la meditación.
6.- No llevas la meditación a tu cotidianidad
Has adquirido el hábito diario de meditar diez, veinte o treinta minutos y te sientes bien. Pero a lo largo del día te das cuenta de que estás irritable, o no paras de rumiar pensamientos y estás muy preocupado por asuntos que no puedes resolver ahora. Por eso, dudas de que la meditación te ayude.
No creo que debas dejar de meditar por eso. Una cosa lleva a la otra y como hemos señalado ya, los efectos no son inmediatos. Lo que tienes que hacer es incluir la práctica informal en tu día a día, poco a poco. Y aprender a parar cuando tu mente se acelera y se va perdiendo la atención al momento presente. Lo primero es darte cuenta, como durante la meditación. En segundo lugar, para al menos un par de minutos y pon tu atención en la respiración. Depende de la situación y lugar en que te encuentres, podrás cerrar los ojos, hacer algún movimiento consciente o simplemente pararte fisicamente y hacer consciente el momento presente.
Como lo más difícil al principio es darse cuenta, puedes utilizar algunos trucos como ponerte una alarma en el teléfono móvil que suene cada cierto tiempo, o mensajes en varios post-it por la casa o lugar de trabajo, incluso llevar un objeto en el bolso o bolsillo de manera que cuando lo toques te acuerdes de parar.
Desarrolla el hábito de observar, dentro y fuera de ti, en tu mente y en lo que te ocurre cada momento ante cada situación.
¿Te reconoces en alguna de estas situaciones?
Dedica unos minutos a reflexionar cuál es la razón por la que no meditas como quisieras y trabaja en ello. Si hay más de una razón, ve poco a poco.
Cuéntame qué motivo es el tuyo, especialmente si no está en esta lista, para poder ayudarte.
Y sobretodo, no desesperes. A la meditación hay que darle tiempo. La mente es como ese cachorro juguetón que quieres educar y se te escapa una y otra vez. Con paciencia, tesón, amabilidad y amor hacía ti mismo, aprenderás a meditar como hemos aprendido otros. La meditación es una práctica de vida; no basta con estudiar y leer. Hay que practicar.
Como dice Pablo d´Ors, aunque tengas dudas, siéntate y deja que las cosas pasen.
¿Me cuentas qué dificultades encuentras para meditar?. Te espero en los comentarios.
Photo by James Marcom on Unsplash
21 marzo, 2019
Hola:
Gracias por la información, es súper útil. A mi me pasa que mi mente siempre termina pensando en todas las cosas que quiero hacer, como resolver un tema en el trabajo, como hacer el nuevo mueble para el living, los pasajes para las vacaciones, etc, me doy cuenta y regreso a la respiración, pero me pasa siempre.
22 marzo, 2019
Hola: es muy normal. LE pasa hasta a los meditadores más veteranos. Darte cuenta es a buena noticia porque es entonces, en ese instante, cuando estás atenta y puedes decidir seguir en el pensamiento o volver a la respiración y dejarlo pasar. Eso es meditar. Y si tienes un pensamiento recurrente que no te deja, para un segundo, anótalo y dejará de martillear tu cabeza. Sigue así; vas muy bien. Gracias por tu comentario.