Un viaje mindful

Quizá seas de los que estén esperando la ocasión para viajar a la India o a Tailandia o al Tíbet para tener una experiencia mindfulness en toda regla. ¡Genial! Seguro que la experiencia es de lo más interesante. Pero créeme si te digo que no hace falta irse muy lejos ni cambiar mucho de ambiente para tener una experiencia “mindful”.

Y eso es así porque «mindfulness» es una manera de vivir y, vayas donde vayas, eso va contigo. Todo depende de tu actitud ante las cosas que te pasan y que pasan a tu alrededor, aquí o en el Himalaya.

Un cambio en nuestras rutinas cotidianas es siempre sano y saludable para nuestro cuerpo, mente y espíritu. Motivo por el cual solemos irnos de vacaciones, ¿verdad? En ese período en el que normalmente “escapamos” de las rutinas y obligaciones del resto del año, podemos optar por hacer un viaje “espiritual” (elegir un retiro o ese viaje al Tíbet que tanto anhelabas) o simplemente un cambio de hábitos y olvidarnos del reloj y de las obligaciones.

Yo soy más de esto último. Quizá por mis circunstancias o por mis gustos personales.

Muchos de nosotros tenemos más o menos integrada la práctica de mindfulness, formal e informal, en nuestra vida cotidiana. Pero, ¿qué pasa cuando viajamos y cambiamos esa “rutina”?

No siempre es fácil seguir con la práctica cuando te encuentras rodeada de niños/familia todas las horas del día, actividades que hacer con amigos incansables o cualquier otra opción que se te presente en las vacaciones.

Si es tu caso, voy a darte unas cuantas ideas.

¿Cómo dices? ¿Qué las vacaciones ya han pasado y que “a buenas horas”?

Sí, lo sé. Empecé a preparar e idear este post antes de vacaciones pero pensé que sería un “puñado” de teoría y que sería más honesto contaros mi experiencia. Por eso, estas ideas son auténticas porque son vividas por mí, y a la vez quizá insuficientes para tí pues mi viaje no tiene por qué ser, ni mucho menos, como las vacaciones que hayas podido disfrutar y no se ajusten a tus necesidades. No obstante, te invito a leerlo y, si te parece interesante, lo guardas para tu próxima escapada (aunque no te preocupes que ya me encargaré de recordarlo antes de las siguientes vacaciones).

Mi experiencia

Mis vacaciones estos últimos años han sido siempre en familia. Este año, además de unos magníficos y relajados días de playa en los que pude disfrutar de meditaciones de madrugada, paseos conscientes por la playa, y momentos de presencia con mis hijos, hicimos nuestro “gran viaje” cruzando el atlántico.

Un vez que llegas a una gran ciudad para varios días, te alojas en un hotel y llevas un programa, flexible pero extenso, de cosas que hacer, sientes que las circunstancias te sobrepasan y dudas de que puedas disfrutar de momentos de serenidad contigo misma. Si optas por ir a la montaña a “desconectar” (más bien en mindfuness diría a “conectar”), con sólo la naturaleza alrededor para meditar, no digo que sea fácil, pero las circunstancias ayudan mucho. En cambio, cuando te pones el traje de “turista” y llegas a una ciudad magnífica, enorme, poderosa y con una energía que te envuelve, ruidosa y con actividad todas las horas del día, tienes que tener una fuerte determinación para que no te “gane” y te dejes arrastrar por el bullicio y la sobre-actividad.

Tengo que decir con satisfacción que pude hacerlo. De lo contrario no estaría escribiendo ahora mi experiencia. Esto es lo que hice:

  • El hotel. Me llevé una alegría enorme cuando al abrir el armario de la habitación encontré un antideslizante enrolladito para uso del huésped (nuestro hotel era ecológico y defensor de una vida sana y natural; nos ofrecían fruta fresca a la entrada, la ropa de algodón y casi todo era de material reciclado, entre otros detalles). Enseguida me puse a buscar una sala a la que ir y sólo encontré el gimnasio sin espacio para meditar. Supongo que el antideslizante sería para llevarlo al parque, cosa que no tuve ocasión de hacer.
  • Antes de viajar busqué en Internet lugares en los que poder practicar. Gracias  a Elvira Lindo ( y su libro Lugares que no quiero compartir con nadie) conocí  un libro titulado Cincuenta sitios en Nueva York para encontrar paz y sosiego  (de Allan Ishac, en inglés) del que  saqué algunas propuestas interesantesBusqué algunos de los sitios e incluso contacté por mail para preguntar por horarios y posibilidad de, simplemente, acercarme a practicar un rato. No tuve respuesta. Y aunque la hubiera tenido, no me resultó cómodo ni se acoplaba al “horario” familiar el que me escapara a varias manzanas del hotel. La idea prometía y podía haber ido bien. A la próxima….
  • En la habitación no suele haber espacio para ponerte en posición de loto. Y si lo hay, o lo consigues hacer moviendo algún mueble o maleta, la ilusión se desvanece cuando compartes habitación con tu familia. Tener niños madrugones e incansables jugando a tu alrededor dificulta tener un rato de quietud. Este hotel tenía un detalle genial: los ventanales eran a la vez sofás y al correr la cortina quedaba un espacio, pegado a la ventana, como un mirador, lleno de cojines, en el que me conseguía retirar, eso sí, ¡¡madrugando!! ¡Bien! Si te lo propones, a pesar de las circunstancias, en el hotel ¡puedes!
  • En los parques. Si en el parque más cercano a mi casa me pongo en postura meditativa, estoy segura de que 9 de cada 10 personas se me quedarían mirando preguntándose si me he vuelto majara. Eso no ocurre en Nueva York. Para lo bueno y para lo malo, nadie te mira y quién lo hace, no se recrea juzgándote.
    Es costumbre que la gente coma algo ligero en el descanso del medio día en los parques cercanos a la oficina. Tuve la ocasión de observar como en ese momento algunos aprovechaban para sentarse debajo de un árbol a meditar. Y sin que a nadie le extrañara y sin que nadie les molestara. Es una opción que me encantó.
    Pasábamos casi a diario por un parque cercano al hotel a petición de mis hijos. Allí cada día nos encontrábamos con actividades gratuitas diferentes, desde conciertos hasta juegos para niños. Un día fue una clase de yoga y meditación colectiva.

    En este tipo de ciudades siempre puedes encontrar un lugar donde recogerte y meditar.

¿Qué ocurre con mindfulness informal?

Pues viajar es la mejor ocasión para poner en práctica todo lo que has ido aprendiendo durante el resto del año. ¿Por qué? Por que no hay nada más maravilloso que poner atención plena en todo lo que haces, observar con consciencia y sentir la presencia de cada lugar, cada sonido, cada olor, cada sabor, cada sensación diferente a tu lugar habitual.

A pesar de que viajando hay que acoplarse a horarios, sobre todo cuando vas con más gente, date permiso para ir con calma, sin correr, y simplemente vivir la experiencia. Incluso cuando eres víctima del retraso de un avión, por ejemplo, o tienes que hacer cola para entrar en algún sitio, o cuando tus pies no pueden más, los niños se te agarran cansados y llevas más peso del que te gustaría en la mochila. Cada momento es único.

Todos sentimos de alguna manera la necesidad de capturar ese momento único. Nunca sabes si volverás ni en qué circunstancias. Y aunque vuelvas la experiencia nunca será la misma. Ese suele ser el porqué de tantas y tantas fotos de viajes. Por supuesto, también las hicimos. Pero sin obsesionarnos porque lo que queríamos era empaparnos de ese momento y vivirlo en toda su esencia. Tumbarte en Central Park y sentir la brisa, el calor, los árboles…., pasear por la Quinta Avenida con todo su ajetreo, subir a la estatua de la Libertad o pasear por el High Line y siempre mirar, mirar y mirar con todos los sentidos, experimentarlo y vivirlo desde la emoción. Es increíble la cantidad de cosas que se pierden muchos turistas por la obsesión de fotografiar una cosa concreta (la más famosa) sin percibir muchas otras maravillas alrededor.

Esta experiencia me ha llenado tanto como haber ido al Tíbet. Porque de verdad creo que cuando aprendes a vivir con atención plena y consciencia, da igual donde viajes y donde estés, porque la plenitud va contigo. La paz, la calma, la alegría, la felicidad, incluso el dolor, van contigo. Tú eliges cómo vivirlo. Es tu actitud ante la vida.

Y tú, ¿has tenido algún viaje mindful? ¿Nos lo cuentas? Te espero en los comentarios y en las redes sociales. Sólo tienes que pulsar en los iconos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Scroll to top