Entre voces y silencios

VOCES

“Hay voces que me dicen cosas” me decía un niño no hace mucho. “¿Qué dicen esas voces?”, pregunté.  “Unas le dicen a las otras que se callen. ¿Estoy loco?”

Por supuesto que no.

Las voces las tenemos todos. Los diálogos internos que no paran ni un momento. La mente de mono que llaman algunos. El parloteo o ruido mental que llaman otros. Da igual como lo llames, siempre siempre nos estamos hablando. A todas horas.

La cuestión es qué haces tú con esas voces, cómo son, qué te dicen y cuánto caso les haces. Lo importante es si esas voces te presentan la realidad tal cual es o la distorsionan, si te dan paz o te agotan.

Recuerdo antes de practicar asiduamente mindfulness que llegaba un momento en que necesitaba descansar. “Échate un rato” me decían. Pero no era una siesta lo que necesitaba; mi cuerpo estaba bien. Era la mente la que me pedía pararla. Cansancio mental total y absoluto. Mi mente no paraba. Demasiadas cosas en las que pensar por mis diferentes roles de madre, mujer, responsable de proyectos, hija, delegada, y otras muchas cosas. Con la práctica de mindfulness mi mente empezó a descansar. Cada día. Igual que reposamos el cuerpo o le damos un premio de vez en cuando (masaje, spa, etc.) nuestra mente nos pide descanso para aliviar el ruido mental que nos agota.

Entre los que empiezan a meditar en los cursos de mindfulness, al preguntar la razón por la que quieren practicar, la gran mayoría contesta que para relajarse y hacer silencio en su mente. En general se busca aliviar el estrés y la ansiedad. El parloteo mental que no para les agobia con monólogos sobre el dinero, el trabajo, la educación de los hijos, los exámenes, el jefe, el perfeccionismos, una adicción, un desamor, un ojalá… Es una preocupación constante que nos deja agotados mentalmente.

Con mindfulness intentamos que ese monólogo se convierta en un dialogo sereno, amable, honesto y, sobre todo, pacífico.

Esa voz interna constante a veces ni la percibimos. Nos habla como un ruido de fondo y para cuando nos damos cuenta de ella, ya nos ha convencido. La mente es lista, poderosa y sutil. Por ello la importancia de aprender a darnos cuenta y de saber atenderla. Las voces internas no nos convierten en locos si no en seres siempre preocupados, siguiendo una zanahoria que nunca alcanzamos. Somos como el hámster que da vueltas y más vueltas en su rueda sin llegar jamás al final (y sin darnos cuenta de ello). Es bastante habitual que esa voz se centre en lo más negativo, que no nos deje dormir y que se ponga casi siempre en lo peor.

Los monólogos de nuestras voces internas también nos provocan estrés porque están continuamente juzgándonos y criticándonos. El auto-juicio suele ser el peor de los juicios.

¿Sabes cuáles son las formas más habituales de acallar las voces internas en la sociedad actual?:
  • El mal uso de las redes sociales,
  • el consumo excesivo de alcohol,
  • la adicción al sexo,
  • la obsesión por el deporte,
  • la adicción al trabajo,
  • el consumo de drogas,
  • las compras compulsivas,
  • etc.

Salidas externas todas ellas que no hacen más que agravar el problema porque así no escuchamos, o mejor dicho, no nos escuchamos. Es una huida a ninguna parte puesto que no podemos alejarnos de nosotros mismos.

Otra forma es la meditación.

Sí, la meditación. Aunque ya sabes que no es la panacea ni el antídoto que todo lo cura. De hecho, a todo aquél que se acerque al mindfulness para acallar la voz, ya le digo que cambie de objetivo. Porque la mente nunca puede estar en total silencio. La mente no se puede dejar en blanco. Al menos, las personas normales como tú y como yo no podemos hacerlo. El trabajo de la mente es generar pensamientos constantemente y no puede dejar de hacerlo.

La buena noticia es que mindfulness te ayuda a tener una buena relación contigo mismo, con tu voz interna, de manera que dialogues con ella y le des salida.

Escucha lo que te dice durante la meditación sin entrar en lucha, acompañándola y observando sin intervenir. Cuando la meditación no te ayuda porque tus voces hacen tanto ruido que no puedes prestarles atención, escribe. Con la escritura darás también salida a esos monólogos agotadores.

Cuando empiezas a meditar para acallar esa voz, es muy posible que logres alivio y salgas feliz de tu sesión. El alivio es temporal si no adoptas una actitud mindfulness en tu vida, si cuando te levantas del cojín o silla de meditar, vuelves a hacer lo mismo que hacías antes. Mejoras en la relajación, pero la causa raíz de tu sufrimiento permanece sin cambios: la voz interna negativa todavía está allí.

“Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo” (atribuida a Albert Einstein)

Para que la meditación no tenga un “efecto” temporal, procura practicarla a diario y seguir con tu atención en ella durante el día, dándote cuenta cada vez que tu mente vuelva al monólogo y te “distraiga” de la realidad consciente.

Observamos que el problema no es a veces la voz parloteante si no que esa voz es muy negativa con nosotros. Eso provoca ansiedad.Es decir, que la raíz de la ansiedad surge de un tipo de conflicto interno entre esa voz que es muy crítica con el resto de ti. Te cuesta conseguir la paz entre esas dos partes.

SILENCIOS

La clave para “acallar” esas voces no es luchar contra ellas,  o intentar huir, sino tratar de rescatarla. Esa voz interior es en realidad una parte integral de ti mismo y debes ir a por ella, acogerla y recatarla.

¿Cómo?:  a través del silencio.

El silencio no es la supresión del sonido y la palabra, sino la condición para la escucha, el origen y destino de la palabra misma. El silencio es el camino que nos lleva a experimentar el verdadero Yo mismo de cada uno. En el silencio, el hombre descubre el SER.

¿Cómo hacemos silencio si la mente no deja de generar pensamientos?

Nos retiramos de los ruidos externos para escuchar más detenidamente los ruidos internos. El gesto que nos lleva a hacer silencio suele ser, curiosamente, cerrar los ojos y quedarnos quietos. Al cerrar los ojos, volvemos nuestra mirada hacia el interior.

En el silencio nos encontramos a nosotros mismos.

El silencio interior requiere práctica y conocimiento de uno mismo, no es inmediato.

No hay nada de particular en un instante presente para el que no observa; pero si te paras durante el tiempo suficiente, verás que en ese instante de silencio están contenidos todos nuestros patrones mentales, emocionales, creencias, etc. Por eso podemos considerar al silencio como a un maestro que siempre está disponible.

A los niños les explicamos cómo es el ruido mental con el bote de la calma. El ruido no es más que las partículas suspendidas en el agua que, al agitarla, se dispersan por el líquido volviéndolo oscuro y opaco. Al dejar quiero el bote (la mente), las partículas (ruido mental) se posan en la base volviendo la claridad y transparencia al agua (mente).

También puedes pensar en un estanque cuya superficie se mueva constantemente y esté cubierta de suciedad. Si se consigue permanecer observando el ruido, sin agitar el agua, observando pacientemente, empiezan a aparecer breves espacios de silencio entre los que se puede ver que existe algo más allá, el inicio de un viaje hacia lo profundo, más allá de la mente y del ruido que generan los pensamientos en la superficie, hasta llegar al fondo del estanque en el que hay silencio y quietud.

Estar en silencio es estar en un estado profundo de la atención: no se piensa en nada en concreto, sino que se está en el momento presente, simplemente se está, siendo consciente de la propia consciencia.

En la práctica, nos centramos en un objeto meditativo como puede ser la respiración y nos quedamos en él. Cada vez que nuestra mente se va con algún pensamiento o emoción, nos damos cuenta y volvemos a la respiración. No te preocupes porque tu mente se llene de pensamientos, lo importante es no dejarte llevar por ellos. Tampoco te preocupes si en algún momento te vas. Lo importante es darte cuenta y volver.

No hay nada más que hacer. Róbale al día momentos de quietud para estar en silencio contigo mismo. Es el masaje o spa al que llevas tu mente para que descanse.

Dice Pablo D´Ors en su Biografía del silencio

“El silencio es una llamada, pero no una llamada personal (…) sino una llamada puramente impersonal: el imperativo a entrar no se sabe dónde, la invitación a despojarse de todo lo que no sea sustancial, en la creencia de que desnudos nos encontraremos mejor a nosotros mismos. Algo o alguien dice dentro del hombre: enmudece, escucha… Uno nunca puede estar seguro de haber oído realmente esa voz, pero si de hecho enmudece y escucha con regularidad es que probablemente la ha oído. De no ser así, no encontraríamos las fuerzas para enmudecer y escuchar”.

¿Cómo te relacionas con tus voces internas? ¿las escuchas? ¿les haces caso o las ignoras?. Comparte y comenta cómo es tu diálogo interno.

¡¡Gracias!!

Fotos: Morgan Basham  y Thierry Meier via Unsplash

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