Hoy es el día de vuelta a la rutina tras las vacaciones navideñas de gran parte de nosotros. Algunos aún tardarán un par de días. Durante estos últimos días, especialmente los que rodean al fin de año, he recibido tantísimos posts, artículos, entradas en Facebook, twits, etc etc sobre las buenas intenciones navideñas, los buenos deseos, los nuevos propósitos, y demás, que me he sentido sobresaturada. Por ello mi intención ha sido la de callar y he optado por el silencio en mi blog en estos días de no-rutina.
Esta mañana oía en la radio una llamada a la vuelta a la calma en referencia al consumismo de los días navideños. Sí, hoy es un día de vuelta a la calma (o a la rutina), de volver a nuestros horarios, nuestros quehaceres diarios, nuestra vida “normal”.
Y eso puede gustar a unos y disgustar a otros.
Ahora sí que hay que pasar a la acción y ponerse desde ya a hacer todo aquello que hemos estado proponiéndonos en los últimos días. Si desde el día 1 seguimos con lo “de antes” será más difícil cumplir los propósitos.
El “por qué” de este post de hoy no es hablar de los grandes retos de principio de año. Me gustaría proponerte que lleves tu mirada al gesto diario.
La vuelta a la calma debe ser diaria, estés en un momento bueno, malo, de trabajo, de vacaciones, da igual. De hecho, me gustaría que te dieras cuenta de que lo ideal sería no perder la calma (aunque ya sé que es muy difícil). Sea 24 de diciembre, 7 de enero, 19 de marzo, 15 de agosto…. da igual. Date al menos 10 minutos de calma cada día y la expresión “volver a la calma” no será para tí, porque la llevas contigo a diario.
Te invito a meditar cada día. 10 minutos o 1 hora. Lo que dispongas. Y será un hábito en ti que contribuirá a que tu vida sea serena y en calma cada día y te ayudará a tomar decisiones desde la serenidad sin dejarte lleva por el momento (sea para decidir una compra, si toca reñir a un hijo, repetir postre o lo que sea), es decir, sin ser reactivo.