Y tú, ¿de qué te quejas?

Domingo por la mañana de paseo con los niños por el parque. Unos corredores quejándose porque unos paseantes han invadido su espacio de running.

Llegamos a casa y mi hijo se queja porque no le gusta la comida.

Cine por la tarde. Una gran cola para comprar las entradas. Gente quejándose por tener que hacer cola, por lo lento que se avanza, por…
Una vez dentro, quejas por el mal sitio que les ha tocado, por el ruido de los niños…

Quejas de la gente que te cruzas por la calle por el nuevo alcalde, por el coche que acelera para que no se le ponga en rojo, por el niño que corre, porque el jefe me ha dicho …., porque mi hijo hace…, porque mi compañero me ha hecho…, por el ruido, por la gente, por el frío, por el calor.

Estábamos en casa viendo un concurso de televisión en el que chefs de la restauración española hacen diversas pruebas con el objetivo de encumbrarse como el mejor chef de España. Además de que en esta última edición me están doliendo los oídos de tanta palabra mal sonante y palabrotas de mal gusto que, para mí, dejan a la altura del betún a la persona que la dice por muy bien que cocine, me llama la atención que el que pierde nunca tiene la culpa de nada. Trabajan en equipo, por ejemplo, y el que pierde siempre siempre se queja o de lo que han hecho los otros, o de que esto no le funciona bien, o de que no tenía no sé qué ingrediente o de lo que sea; todo menos reconocer que no lo han hecho tan bien como se esperaba. Por supuesto, no todos responden igual. Especialmente algunos están todo el programa quejándose.

Quejas, quejas, quejas. Nos encanta quejarnos. ¿En serio?. ¿Nos encanta?.

Pero, ¿qué es la queja?
Según la Real Academia de la Lengua Española, la queja es

1. f. Expresión de dolor, pena o sentimiento.
2. f. Resentimiento, desazón.
3.  Acción de quejarse.

Ninguna de las acepciones tiene connotaciones positivas. Por lo que he ido observando estos últimos días, la queja puede ser, al menos, de tres maneras:

1.- La queja como expresión. Puede estar bien cuando es un simple comentario a algo que no está bien, no funciona, etc. Como llamada de atención. Y puede llevarnos a huir disimuladamente (o no) de la persona que continuamente se queja, que no hace otra cosa que quejarse. Puede llegar a hartar.

2.- La queja como no culpa, es decir, todo lo que me pasa es culpa de los demás y por eso me quejo de éste y del otro. Es una queja para echar fuera de nosotros la posibilidad de habernos equivocado. Soy maravilloso pero no lo puedes ver porque los demás me fastidian la vida y te lo digo no sea que creas que es por mí y que no soy tan estupendo como deberías pensar.

3.- La queja como protesta. En este caso puede ser hasta positivo porque conlleva una acción. Es decir, en el caso anterior, quejarse por quejarse y nada más, no soluciona nada en absoluto. Quien de verdad manifiesta una queja con intención de solucionar algo, le da sentido a su queja con una acción. Por ejemplo, la queja-protesta en forma de manifestación por las calles, la queja al director del colegio por un problema con el comedor, o la queja al jefe de la empresa por algo que no funciona. En estos casos, la queja debería ir acompañada de una propuesta de solución.

En los tres casos la queja supone la no-aceptación de lo que estamos viviendo.

Cuando no aceptamos lo que estamos viviendo y tenemos alguna posibilidad de cambiarlo, nos conviene practicar una queja con propuesta de solución. O al menos, plantearnos dar un paso al frente para que esa situación cambie. Por ejemplo, cuando nos quejamos continuamente del trabajo que tenemos pero no hacemos absolutamente nada para cambiarlo. Ni aceptamos lo que tenemos ni ponemos los medios para que esto cambie.

Si no tienes intención de cambiar, al menos intenta aceptar en vez de quejarte. Y ¡ojo! como ya hemos comentado en este otro post, aceptar no es resignarse. Al contrario. Para aceptar tienes que tener claro todo lo positivo que tiene esa situación y las pocas o nulas posibilidades que tienes de cambiar las negativas. Quizá con un buen análisis, hasta lo que ves negativo empiezas a verlo como algo positivo, como una oportunidad o, al menos, neutral (bueno, no está tan mal). Si no puedes hacer que deje de llover, al menos ¡disfruta de saltar charcos! O como cantan mis hijos, “si la vida te da limones, haz limonada”.

Incluso si te quejas con la intención firme de cambiar, la aceptación se hace necesaria porque tienes que ser muy realista de la situación de la que partes.

Me dicen mis mayores que yo de pequeña era ¡¡muy quejica!! Puede ser. Pero ya no lo soy. Mi inconformismo me ha llevado a plantear cambios aún con las miradas reprobatorias de los de alrededor. Desde que intento llevar una vida mindfulness me quejo mucho menos, o nada :). Realmente un comentario sobre algo que no te gusta o crees que está mal no tiene porque ser una queja si lleva una propuesta detrás. Un ejemplo: sí que me quejaba continuamente de la evolución que estaba tomando mi antiguo trabajo, y cuando me convencí de que la queja no era el camino y de que no estaba en mi mano que las cosas cambiaran, di un paso al frente y salí para no volver.

En mindfulness la aceptación es una de las actitudes que más se trabajan. Si en cada momento aceptas la situación en la que estás, ahora, en este instante, la afrontas con más calma y puedes responder a ella de una manera más cabal, sin reaccionar con automatismos que no hacen más que empeorar la situación. Por ejemplo, en una cola en el banco, en lugar de protestar y ponerte nervioso, acepta la situación que no puedes cambiar y aprovecha ese rato para cualquier otra cosa, desde hacer una llamada hasta meditar. Existen muchas opciones de meditaciones breves para estas situaciones que te devuelven la calma.

Cualquier momento es bueno para respirar la vida y disfrutarla, incluso los que nos parecen negativos a priori.

Buscando lo positivo de cada momento, lograremos quejarnos menos. ¡Te lo dice una ex-quejica!

¿Crees que nos quejamos mucho, poco o demasiado? ¿Crees que la queja es positiva o negativa? Abro debate. Deja tu comentario. Y recuerda que puedes compartir el post en tus redes.

Gracias por llegar hasta aquí… sin quejarte 🙂

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